A ORILLAS DEL RIO
LA VILLA
Una Ocueña valiente

Por Santos Herrera
Transcribimos algunos fragmentos de una columna que escribimos el 20 de diciembre de 1993. Como observará el lector, existen muchas coincidencias con la realidad de hoy. "La cruenta guerra desatada el 20 de diciembre de 1989, en contra de la nación panameña, ya empieza a dar sus amargos frutos. A cuatro años del genocidio, las consecuencias de la acción bélica van apareciendo en perjuicio de nuestra personalidad nacional e internacional, pues los patriotas sentimos que vivimos en un Estado disminuido, jurídicamente inexistente, mientras que en el extranjero nos observan como un país ocupado por los EE.UU., y que es el Pro Cónsul gringo, el embajador Hinton, quien dicta las directrices a los administradores del gobierno tutelado". "La ocupación por parte del Ejército norteamericano no es un concepto hueco ni vacío. Es una dolorosa realidad que tenemos que reconocer los panameños. Centenares de soldados gringos están regados por toda la geografía patria, con el cuento de que están ejecutando obras de carácter comunal, cuando en verdad dichos trabajos no son más que vulgares camuflajes que no tienen otro propósito que encararnos con los hechos, y su arrogante presencia, que nosotros los panameños estamos sometidos a su fuerza imperial". "Otra consecuencia de lo que empezó el 20 de diciembre, es que voceros de la oligarquía criolla iniciaron una campaña abierta y descarada en la que solicitan que los invasores no se vayan, que no cierren las bases militares y que deroguen los Tratados Torrijos-Carter, a fin de que los gringos permanezcan en Panamá hasta más allá del año 2000. Sus argumentos hieren sensiblemente nuestros más notables sentimientos de panameño y nuestra condición de nación, que por años ha luchado por su independencia y soberanía. Dicen esos lacayos del imperialismo que si cierran las bases, 6,000 panameños quedarían sin trabajo; que si nos entregan el Canal el 31 de diciembre de 1999 a las doce meridiano, ese otro día la vía acuática no funcionará porque los panameños somos incapaces de manejarla; que si los gringos se van, todos moriremos de hambre. En fin, ellos, los rabiblancos y oligarcas de este país, están vendiendo esa idea a través de los medios de comunicación social de su propiedad y están hasta dispuestos a renunciar a todos los derechos y ventajas que logró el General Torrijos con la firma del Tratado en 1977, siempre y cuando los gringos se queden después del 2000, ya que esto les garantiza inquilinos para sus condominios, bebedores para sus cervezas y clientes para sus mocambos". "El pueblo contempla indignado esta posición de la clase dominante y aplaude con entusiasmo patriótico la actitud valiente adoptada por una humilde y trabajadora ocueña, dueña de una fonda donde vende comida, que al ver en su pueblo natal centenares de gringos invasores, puso un rótulo grande en su negocio que con letras rojas dice: "AQUÍ NO SE VENDE COMIDA A LOS GRINGOS".
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