Cuando el desenvolvimiento de la ciudad se desarrolla en el ambiente de irregularidades combinadas y frecuentes que se perfilan a enmarañarlo todo, los elementos que componen la sociedad tienden a desorientarse a falta de guías aconsejables. Pero estos factores incidentes persisten promoviendo el comportamiento general, casi siempre reflejados en el área negativa. Abrigo la percepción de que la mayoría de las personas se cobijan bajo el manto del desorden y el poco me importa sin vigilancia ni la estrictez de la ley que nos consagra el orden. Los conductores de buses paran en cualquier lugar no importándoles quién venga detrás ni si se estrella con la parte trasera de su vehículo. Pero aquí nadie nos cuida y cualquiera impone en la calle el criterio de su norma, sin derecho a reclamos, tampoco excusas.
En la noche la oscuridad y la concupiscencia se lían en binomio siniestro, entrando en escena como galanes el descaro y la imprudencia. Llegados a un punto alto del recorrido se divisa muy próxima la ciudad misterio, señora del miedo y del terror, donde el atraco es el menú del día. La basura la tiramos por todas partes y lo nauseabundo ya es parte de nuestra vida familiar, donde encontramos el trono de ratones, cucarachas y mosquitos. Nuestros vehículos cada día se deterioran más, las lluvias y la desidia de otros nos transportan a dar el paseíllo por los cráteres de la luna. Escuchando los discursos nos damos cuenta que poseen musicalidad con tono debido y propiedad, pero la realidad anda volando alto. Todos los días se canta el himno a la imprudencia, rindiéndole culto a la procacidad; y así, caminamos a tientas. Sólo veo al Señor Presidente en las comunidades; y los señores Diputados dónde están que los queremos ver en sus circuitos. En el mundo existen ciudades con apodos: Paris, la ciudad Luz; Roma la ciudad Eterna; Madrid, la ciudad intelectual y Panamá, la ciudad donde los monos gordos juegan haciendo de nuestros impuestos bolas y manojos muertos de la risa y entretenimientos. Panamá clama por un nuevo rumbo, el rumbo de la honestidad.