Más de medio país sabía que los Estados Unidos invadirían a Panamá, para acabar con la dictadura narcotraficante de Noriega y demás militarotes. Algunos civilistas me llamaban por teléfonos públicos (para evitar ser grabados) para decirme fechas y horas.
Era una verdadera guerra de nervios. Y como en el cuento del pastor mentiroso y la llegada del lobo, al final no creía cuando me dijeron con voz tenebrosa "esta noche es la cosa".
Yo tenía preparada "la defensa" de mi hogar. Vivía encerrado como en una jaula, para evitar que los pérfidos batallones de la dignidad y Codepadis me atacaran.
Así que esa noche me dormí pensando que era otra falsa alarma... hasta que sonó el teléfono. ¡Me llamaban desde Miami para anunciarme la invasión a mi país!
Entonces escuché como golpes de lluvia en el techo. Pero no era agua, sino el eco de los cañonazos y bombas que lanzaban en la guarida de los que abusaron del pueblo por veintiún años.
Como pensaba, los principales jefes de las flamantes Fuerzas de Defensa huyeron cobardemente ante un enemigo armado.
Los que patean, golpeaban, abusaban de los civilistas con sus banderas blancas, se quitaron el uniforme y salieron... ¡en estampida!
Entre los muertos no hay ninguno del "valiente" Estado Mayor, que ridículamente coreaba "ni un paso atrás". Murieron puros soldados de bajo rango, civiles izquierdistas, empleados que defendían su sueldo... y personas inocentes.
La heroica lucha pacífica de los civilistas no podía derrocar al tirano, quien se sabía que había trabajado para la CIA norteamericana.
Esta democracia que disfrutamos ahora se consiguió con los fusiles gringos y la vida de más de veinte de ellos.
Y lo malo es que unos cuantos politiqueros se han aprovechado de esa Democracia para llenarse los bolsillos. En eso se parecen a los malvados miembros del "proceso revolucionario".
Lo peor de todo, es que asqueado por la corrupción, impunidad de los politiqueros, el pueblo panameño ya no sabe distinguir entre quienes son herencia de la dictadura y quienes son civilistas. En quince años democráticos hemos tenido nada menos que dos gobiernos salidos de las entrañas de quienes aplaudieron y se enriquecieron con la dictadura. ¡Válgame Dios!