Segundo domingo de adviento Lc.3, 1-6 El tiempo de adviento que estamos celeÂbrando es fundamentalmente tiempo de esperanza.
El Evangelio de hoy nos dice que todos veremos la salvación de Dios. La esperanza es la virtud teologal y el anhelo que anida en el corazón del hombre por el que aspiÂramos al Reino de los cielos, gracias a la fe que se nos ha dado por Cristo y con la gracia del EsÂpÃritu Santo.
“Preparad el camino del Señor"
San Juan Bautista es la figura del Adviento. Él viene a preparar el camino del Señor, y es la "voz que clama en el desierto: preparad el camino del Señor, enÂderezad sus senderos". Juan es "más que un profeta". Él termina el ciclo de los profetas inaugurado por ElÃas, y con él se abre el Nuevo Testamento.
Anuncia la inmiÂnencia de la consolación de Israel. Como lo hará el EsÂpÃritu de Verdad, vino como testigo para dar testimonio de la luz.
El evangelista lo ubica en la realidad históriÂca, no es un mito, para significar, también, que su preÂdicación es un llamado real que Dios hace para que el hombre cambie, por eso el bautismo de conversión que Juan predica.
Nuestra naturaleza enferma exige ser sanada, restablecida, resucitada. HabÃamos perdido la poseÂsión del bien, era necesario que se nos restaurara.
EsÂtábamos encerrados en la tinieblas y hacÃa falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; esclavos, un libertador. Fue necesario que nuestra naturaleza fuera visitada ya que se encontraba en estado miserable y desgraciado.
Dios se hace homÂbre para restablecer la vida humana y alimentar la esÂperanza de eternidad.