Son tan frescas como el agua de la tinaja. Tan cómodas como un par de cutarras y tan interioranas como la pollera y el montuno. Así describo una casa de quincha: típica vivienda del azuerense del siglo pasado. Hoy, los llamados chalet de cemento y zinc las están borrando, no sólo de nuestras provincias, sino de la vista y de nuestra memoria.
TRAGALUCES
¿Sabe usted amigo(a) lector(a) la cantidad de intelectuales, destacados políticos, médicos, artistas, educadores, etc., que al nacer, la comunidad se enteró de su primer llanto , se filtró por los artísticos tragaluces en los dinteles de las puertas con finas entalladuras representando filigranas de gajos de uvas o ramos de flores?. Eso era belleza pura: los tragaluces de las casas de quincha. Era como un orgullo de sus dueños tener los mejores. Y, claro que había que mandarlos hacer hermosos; porque estos daban la bienvenida a las visitas.
PORTALES Y RUISEñORES
Heliotropos, rosas, margaritas, chavelitas, papos, mirtos, buqué de novias, nazarenos, buenas tardes y buenos días, patitas de palomas, tapa vecinos y otras más eran las plantas que decoraban los seductores portales de estas casas.