OPINION


Sobre la religiosidad popular

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Por Gabriel Villaverde
Abogado y locutor

La religiosidad popular es un fenómeno que controla a millones de seres humanos en el mundo, y consiste en la devoción o creencia que una persona le profesa a un ser humano o a un animal o a una cosa, en base a supersticiones, leyendas, engaños, especulaciones y mentiras. La religiosidad popular carece de un sustento histórico, veraz, lógico y teológico.

Casi todas las religiones tienen miembros que guían sus vidas en base a creencias fraudulentas y espurias. Poco o nada les importa vivir en el engaño, para ellos es suficiente algún hecho extraordinario al que denominan milagro para considerar que el sujeto u objeto de su fe, existe y tiene poder.

La cúpula de la religión de la mayoría ha tolerado, sustentado o fundamentado este fenómeno, aunque los que más respaldan la religiosidad popular son aquéllos que sacan provecho material mediante la producción y venta de velas, inciensos, escapularios, etc. Es curioso e indigno saber que al Hijo de Dios lo confunden o igualan al "Cristo de aquí", al "Cristo de allá", al "Cristo de acullá", etc. Lo llaman Cristo y Nazareno y no saben ¿por qué lo llaman así?

Para los días en que miles de personas se trasladan hacia Portobelo, como lo harían para Buga, Esquipulas, Atalaya, etc., algunos cristianos evangélicos, con prudencia y sabiduría evangelizaron a estos peregrinos, y lo harán todas las veces que sea posible. La reacción de estos peregrinos es de disgusto, otros son indiferentes y los muy pocos aceptan el mensaje evangélico. La evidencia de que una creencia es falsa o diabólica es precisamente que las personas rechacen el contenido de la Palabra de Dios.

El Cristo Verdadero no nació ni creció en Portobelo, Atalaya, Esquipulas o Buga, ni tampoco era blanco o negro. El Cristo Verdadero no tiene principio ni fin; y en cuanto a la humanidad que poseyó por casi treinta y tres años, nació y creció en el Medio Oriente del Continente Asiático

Pero sin importar lo que la Biblia dice sobre Jesús, y soslayando la historia verdadera, la lógica y los hallazgos arqueológicos, entre otras evidencias, los traficantes de las conciencias siguen impulsando y patrocinando creencias que lo único que hacen es hundir más a las personas. Con mis propios ojos he visto peregrinos fumando y consumiendo bebidas alcohólicas. He escuchado de personas que van bajo el efecto de drogas ilícitas o las venden. ¿Qué clase de Cristo es aquel que no le da libertad a los cautivos por los vicios, la maldad y el pecado? Dios no quiere hijos que vivan con baja autoestima, acomplejados, con cargos de conciencia y pagando mandas que no producen ningún efecto espiritual genuino.

 

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