OPINION

CREO SER UN BUEN CIUDADANO
Sin embargo, no creo en los valores navideños

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Redacción
Crítica en Línea

Lo básico del mensaje evangélico se puede resumir en dos frases que tienen más de 20 siglos: amar a Dios sobre todas las cosas, y amar al prójimo como a sí mismo. En ese contexto se enmarca la historia de la Navidad, cuyo protagonista es un niño palestino que vino al mundo en los establos de una posada en Belén.

En algún momento de la historia del país llamado Panamá, estas divisas navideñas fueron olvidadas. De pronto (todos sabemos que no fue de pronto) nos hemos convertido en un pueblo no creyente, infiel, violento y traicionero.

Nuestro dios es el dinero, el sexo, el alcohol, la materia. Al prójimo lo vemos como un enemigo, como el adversario que quiere quitarnos esas cosas materiales que tanto amamos. Antes éramos una comunidad; hoy somos un conglomerado de casas, donde habita gente, no familias.

La Navidad, con el mensaje de sencillez (los últimos serán los primeros, poner la otra mejilla, y darle la mano al caído, por ejemplo), es algo que perdió brillo entre los panameños que en otro tiempo amaron la justicia y la camaradería.

Algo sucedió que nos convirtió en gente dura, sin sentimientos, incapaz de dar, comprensiva y amorosa. Ojalá estas fiestas sirvan para que recordemos lo que en algún momento de nuestra historia social éramos, y volvamos a aquellos tiempos cuando los barrios eran grandes parentelas, donde la fiesta era una excusa para vernos y querernos, y no un fin en sí misma.

 

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