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Infiernillo político

Ramón Jiménez Vélez | Analista Político

Bueno, bueno, la comisión de deformas electoreras junto con los tribunalicios han estado jugando supuestamente a la politiquería con los cambios (¿vamos bien?) al código electoral, como para enredar el proceso (Kafka es un niño de pecho) del 14 en el centenario de la Primera Guerra ¿o no?

Por cierto, la tesis es bajar el número de adherentes a la mitad de lo actual, o sea unos 35 mil para hacer un partido y 15 mil firmas para que un iluminado se sienta capaz de lograr que las masas lo lleven a convivir con las garzas ¿o no?

De paso, la tesis es decidir entre el bipartidismo, el multipartidismo y la atomización, buscando la división y que una oposición irresponsable impida la alternancia entre dos grandes partidos y repetir el gobierno en el poder ¿o no?

Porque democracia es alternancia en el poder, no perpetuación; que la mayoría puede cambiar y la 'opo' ganar.

Sin embargo, frente a la disyuntiva del número de partidos (yo no diría opciones al elector) compitiendo en una justa (injusta) electoral no es lo que cuenta, sino la fuerza político-electoral o de decisión que tengan. Como dirían los marxistas (de los hermanos Marx) más que de cantidad, es cuestión de calidad.

De allí que mientras menos sea el número de adherentes requeridos (activistas, simpatizantes, o simple dato estadístico), habrá más "partidos relámpago" que como estrellas fugaces aparecen y desaparecen entre torneos electorales ¿o no?

Otro asunto es la fragmentación del electorado. Si hay partidos ideológicos (aquí no tienen ni idea ¿o sí?), pragmáticos (solo buscan el poder) o electores (negociar) si son gobiernistas (alianzas) u oposicionistas (opuestos entre sí) o elitistas (excluyentes, clasistas).

La campaña entonces lleva el discurso de la superoferta (en un país al que solo le resta confiar y esperar) con promesas excesivas de difícil cumplimiento o las llamadas políticas invisibles (debajo de la mesa con dinero, prebendas, clientelismo) o aquello que se negocia tras bastidores como los llamados espacios políticos, o la compra de opositores desde el poder.

O lo más empleado: la desacreditación del contrario.

Finalmente, la atomización partidista, no es más que la intención de un fuerte partido gobernante, que debilita, dividiéndola a una posible fuerte oposición ¿o sí?

Bueno, eso es todo por hoy, pero tranquilos que el próximo jueves habrá más.




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