La mayoría de los hombres en algún momento de su vida -sobre todo en su juventud- visitó un prostíbulo. Un día frente a un grupo de amigos pedí que levantara la mano el que nunca había visitado un "putero". Apenas un jovencito alzó algo tímido su brazo derecho. El resto lo miró algo incrédulo.
No hay que ser hipócrita, en Panamá esos son los lugares donde la mayoría de los novatos logran experiencia sexual y valga decir que sino se protege, también puede ganarse de manera gratuita una gonorrea o peor hasta un Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA).
Sin embargo, hay hombres que no superan la etapa de los "puteros". Les gusta ese ambiente. Le encanta escuchar a la mujer cuando le dice: "subimos mi'jo".
Conozco tipos casados y otros con novias que aún acuden a los prostíbulos o les complace contratar mujeres de la vida fácil para sentirse realizados.
Se comportan como marinos con meses que no tocan puerto. En ese ambiente, estos sujetos se convierten en unos paganinis. El dinero que a regañadientes aporta a su pareja, en los prostíbulos sale a raudales, sin ningún tipo de limitación.
Qué podemos decir de estos hombres. Bueno, que simplemente les encanta moverse en esos lugares de luces tenues y mujeres que mueven sus esculturales figuras con un solo propósito: ganar dinero a punta de sexo.
Muchas veces, ese tipo de hombres se acostumbra tanto a lidear con mujeres de la vida fácil y luego quieren tratar como tales a las chicas decentes que están en su vida. Lo mejor es salirse de ese ambiente y optar por relaciones donde el sentimiento es lo que cuenta.