Los primeros cien días de cualquier gobierno siempre han sido la oportunidad de desahogo de los grupos opositores, en particular si han sido derrotados por la nueva administración. En nuestro fascinante país ocurren siempre las cosas más surrealistas y un cuadro de Dalí hubiera representado con extraordinaria puntualidad a los personeros opositores que aparecieron ante las cámaras de televisión declarando que su pronóstico se había cumplido y que el gobierno de la Patria Nueva no ha encendido las luces.
Para personas con un poco de sentido común (el menos común de los sentidos), estas mediciones pueden realizarse en países con economías fuertes e independientes, capaces de programar y ejecutar sus obras con cierta solvencia y proyección futurista. Esto sin mencionar la cultura política de sus habitantes. En democracia hemos aprendido que lo primero que hacen nuestros gobiernos es realizar despidos en sus tres primeros meses.
Panamá, al igual que otros países del mundo, no tiene esa soberanía y para su desarrollo depende de las famosas cartas de intenciones no escritas. En nuestro caso, no tenemos conocimiento que las instituciones de crédito hayan aprobado préstamos para hacer funcionar el engranaje burocrático. Se sabe que no es hasta el mes de enero cuando se acreditarán los técnicos internacionales.
No podemos hablar entonces de la ejecución de ningún proyecto, cuando todavía las IFIS no han dado la señal de partida para la realización de las iniciativas. El tener la mayoría de la Asamblea es una condición favorable pero no suficiente si no existe una aprobación por parte de los organismos internacionales.
Después de todo esto, la llamada Coordinadora de Oposición escribe su consabido libreto y monta su espectáculo para intentar acaparar la simpatía de la población. Sin embargo, ninguno de estos grupos ha establecido los mecanismos para desarrollar la democracia interna, pedida casi a gritos por las masas de adherentes de cada organización. El caso más patético lo representa Maco Rosas, que a pesar del monumental descalabro del Molirena en las elecciones pasadas, todavía se cree un líder eterno.
Por fuera de la Coordinadora ha quedado el partido Arnulfista. No obstante, el histórico adversario del PRD ha comenzado a dar los pasos hacia su reestructuración total, para poder entonces jugar su papel con liderazgo, fuerza y madurez, tal cual como lo exige la modernidad. Con una nueva directiva revestida de autoridad moral, sin nexos con el pasado reciente, los llamados morados esperan resurgir de sus cenizas.
Liderando esta iniciativa, sale a la palestra pública Juan Carlos Varela, con un plan de gobierno interino que rescate a su partido del limbo donde lo han sumergido los actuales jerarcas. Varela apuesta también por cero corrupción y por devolver, no sólo al arnulfismo, sino también al país, la confianza en sus agrupaciones políticas.
En un evento llevado a cabo en el distrito de Chame, se concentró en la casa de Junior Herrera, a delegados del distrito capital y de la región oeste de la provincia de Panamá. Allí, Varela hizo sus planteamientos, cuya dirección es la reestructuración total de su organización, la renovación de su junta directiva, la democratización interna en todos los niveles y la incorporación de elecciones primarias para todos los cargos comiciales.
El hombre del PH cree necesario un gobierno interno de transición que reemplace a la actual cúpula.
