EDITORIAL
Subsidio electoral
El Estado destina algo más de 20 millones de balboas para subsidiar a los partidos políticos. Para un país con estrechez económica como Panamá, la cifra es envidiable.
Según los resultados de las elecciones pasadas, cada partido recibiría un promedio de 7.77 balboas por cada voto logrado en los comicios.
Ante la amenaza de la infiltración de dinero sucio y contribuciones sospechosas, el subsidio como tal no es una mala medida. Sin embargo, el grueso de ese dinero debería destinarse a la formación cívica de los ciudadanos, más que a consumir esos millones en la planilla y otros gastos que tendrían que sufragar los propios colectivos.
Actualmente sólo el 20 por ciento del subsidio se destina a las labores de formación. No es una cifra baja dirían algunos, pero lo malo es que la mayor parte de esa cifra a veces se la lleva la gente contratada para dictar seminarios, que en muchos casos son altos cuadros del mismo partido, que han perdido la teta gubernamental.
Al mismo tiempo, resulta incongruente que los partidos reciban subsidio del Estado y a la vez donaciones privadas de las cuales no rinden mayores informes.
En Colombia, por ejemplo, un país que salpicado por las infiltraciones de los carteles de la droga se han establecido topes para las donaciones. Eso no es ninguna medida para evitar el ingreso de dinero sucio en la política. En dos ocasiones, se han promovido acciones para reglamentar a través del Código Electoral las donaciones privadas a los políticos, pero los partidos han cerrado filas para impedir esas iniciativas. La dirigencia no entiende que esas medidas son saludables para ellos mismos. Con el uso adecuado del subsidio y donaciones privadas reglamentadas, los partidos se evitarían malos ratos en el futuro.
PUNTO CRITICO |
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