Colombia recuerda a Pablo Escobar, jefe del cártel de Medellín, quien terminó su carrera criminal abatido el 2 de diciembre de 1993 cuando trataba de huir de la policía, después de haber construido un imperio sobre la cocaína con el cual desestabilizó al Estado y a la sociedad.
Para bien o para mal, Escobar marcó toda una era en Colombia, dejando cicatrices.
Se calcula que sus métodos de violencia provocaron la muerte de más de 4.000 personas. Menos evidente pero igualmente importante es la marca que dejó en la sociedad el mensaje del dinero fácil, de la ostentación, de que la riqueza todo lo puede.
Pero también fue legendaria su generosidad: dejó en Medellín un barrio de 500 viviendas, que lleva su nombre, para familias que en su mayoría trabajaban como recicladores de basura.
Todo ello crea sensaciones ambiguas, aunque tanto quienes lo veneran como quienes lo odian comparten por él una admiración.
Miembro de una familia de siete hermanos, bajito con tendencia a la obesidad y con la cara trazada por un largo bigote, Escobar recibió los apodos de "El Doctor" o "El Patrón" a medida que iba ascendiendo en su carrera delictiva.
Una carrera que inició como profanador de tumbas, ladrón de autos y asesino a sueldo, antes de ser señalado por primera vez como narcotraficante en 1976, cuando fue detenido con 39 kilos de cocaína.
HECHOS: PREFIRIO UNA TUMBA A UNA CARCEL
A Escobar se le atribuye un récord de 4.000 muertes mientras fue el jefe del cartel de Medellín y en su guerra contra el Estado colombiano para no ser extraditado a Estados Unidos, a lo que tenía terror. El "Robin Hood paisa" hizo construir en 1983 un barrio de 500 viviendas que hoy lleva su nombre, para personas que sacó de un botadero de basura en Medellín. Prefirió tener una tumba en Colombia a una cárcel en Estados Unidos. |