OPINION


Veintiún años de castigo inmerecido

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Por Hermano Pablo
Reverendo

Negro era el crimen cometido. Envenenamiento y muerte de siete niños. A James Joseph Richardson, trabajador agrícola, padre de los niños y presunto homicida, lo acusaron y lo condenaron a veintiún años de cárcel. Sólo su esposa Bertha creyó en su inocencia. Durante veintiún años el hombre estudió la Biblia, se graduó con honores, recibió la credencial de ministro bautista, y al fin de tantos años, lo declararon inocente. En abril de 1989 salió en libertad.

¿Cuál ha de ser la actitud de la persona que ha sido defraudada en la vida? Este caso no es tan común, pero ocurrió. Veintiún años en la cárcel, pagando un castigo que no le correspondía, era más que suficiente para que Richardson se amargara hondamente, para que perdiera toda confianza en Dios, en el hombre, en la justicia, en las leyes y aun en sí mismo. ¿Cómo se libra una persona de esos profundos sentimientos que pueden ahogarlo fácilmente?

No hay un mejor ejemplo que el que dio ese hombre. Sabiendo que no era culpable y sabiendo también que no fue Dios sino la "injusta" justicia humana la que lo puso en la cárcel, buscó alivio en Dios y, en efecto, en Dios encontró la paz.

Al profeta Daniel lo pusieron en la cárcel injustamente, y su confianza en Dios le dio la fuerza para no amargarse. Al apóstol Pablo también lo encarcelaron, y desde la cárcel escribió sus más brillantes cartas que forman parte del Nuevo Testamento. Él tampoco se amargó. Al contrario, vemos a Pablo y a Silas dentro de la cárcel cantando himnos espirituales.

Para muchos la injusticia no es algo tan grave como la cárcel, pero duele igual como quiera que sea, y es fácil sumirse en un lago negro de amargura y de odio. Esa es la reacción del hombre natural, del que no conoce a Dios. Pero cualquiera que sea la situación, si está en una de esas cárceles, debe hacer lo que hizo Richardson. Leer la Biblia. Leerla con avidez. Entreguemos nuestra vida a Jesucristo y recibamos en medio del dolor la paz que sólo Él puede darnos. Él quiere ser nuestro Salvador.

 

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