En un callejón de Calle 25 de Calidonia es normal ver a los indigentes congregados. Allí ponen ollas comunes, duermen y los gemidos de la excitación que produce la droga se confunden con los de otros placeres.
Los usuarios de los taxis piratas se quejan y piden a las autoridades que hagan operativos en el lugar, porque la presencia de los orates también representa un peligro para la integridad de las personas.