Domingo 23 de noviembre de 2003

 

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  CIERRE

RELATO DE UNA VIVENCIA
La familia del Arco Chato

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Justo Pardo Villalaz
Especial para Crítica en Línea

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Nos radicamos en la Avenida A #3-07 en toda la esquina con la calle tercera. Recuerdo que demoré algunos días en salir a conocer el barrio pues la sencillez que nos caracteriza a los interioranos, hacía que me sintiera cohibido antes tantas cosas diferentes...

Corría el año 1951 cuando mis padres decidieron emigrar de la heroica Villa de Los Santos para radicarnos en la ciudad capital. Eran tiempos difíciles por allá y había que buscar nuevos horizontes. Yo contaba con 13 años de edad y la ciudad me causó una sensación de inmensidad. Grandes edificios nos recibieron... creo que el hotel El Panamá era el más alto de esos tiempos. Había mucha gente en las calles; infinidad de marinos caminando por todos lados y grandes autobuses que comparados con las “chivitas” que viajaban de Los Santos a Chitré, me parecían espectaculares.

Nos radicamos en la Avenida A #3-07 en toda la esquina con la calle tercera. Recuerdo que demoré algunos días en salir a conocer el barrio pues la sencillez que nos caracteriza a los interioranos, hacía que me sintiera cohibido antes tantas cosas diferentes...

EL MAJESTUOSO ARCO CHATO

Antes de decidirme a salir, me asomé por una de las grandes ventanas que daban hacia la calle y me llamó poderosamente la atención una construcción antigua que estaba diagonal al apartamento que ocupábamos. Bajé los 8 escalones que daban a la acera y me dirigí hacia las vetustas ruinas. Aún no sé por qué quedé prendado desde aquel momento del convento que ocuparon los monjes Dominicos hasta 1756 cuando fue destruido por un incendio. Estaba yo absorto admirando su fachada cuando se me acercó un señor y me dice: ¿Eres nuevo aquí? ¿Te gustan estas ruinas? ¿Has visto el Arco Chato?. Después de contestarle esas preguntas me dijo que si quería ver ese arco tenía que ir por la parte de atrás. Luego supe que ese señor era el Reverendo Francisco Sáenz, encargado de la parroquia de Santo Domingo que estaba al lado del convento y que en ese momento tenía ropa particular.

CURIOSIDADES DEL ARCO

El portón central estaba tapado por unas galeras pues en su interior había una fábrica o depósito de escobas y no se podía ver casi nada. Di la vuelta y allí estaba él.... imponente.. como a 15 pies de altura y de 50 de largo. Desde ese día el Arco Chato se convirtió en parte de mi familia y a pesar de mi corta edad, empecé a investigar algunas cosas relacionadas con tan prodigiosa construcción. El contribuyó para que el Canal se construyera por este país porque se demostró que en Panamá no ocurrían grandes movimientos sísmicos ya que de lo contrario se hubiese derrumbado. También me enteré por el libro “Picturesque Panamá” escrito por Jean Sadler Heald en 1928 y que conservo como un tesoro, que este arco al ser erigido por primera vez y al quitar los soportes de madera este se derrumbó. El constructor decidió levantarlo por segunda ocasión pero le sucedió exactamente lo mismo. Ya cuando se había dado por vencido, una noche, en un sueño tuvo una revelación que le explicaba cómo colocar cada ladrillo. Decidió entonces construirlo nuevamente y él mismo subió a colocar cada uno de los adoquines. Cuando quitaron la formaleta de madera, el arco se mantuvo allí imponente como una maravilla de la construcción, casi un milagro, hasta el viernes 7 de noviembre de 2003.

DOLOROSO DESCUBRIMIENTO

Sé que la parentela es más numerosa pero la memoria no me ayuda a recordarlos a todos por espacio de once años. Un buen día desmantelaron el depósito de escobar y el arco pudo estar un poco más holgado pero a los meses instalaron un estacionamiento de autos. Nuestro arco se podía apreciar mejor pero se quejaba de que había mucho humo de los autos bajo su estructura.

En 1962 me despedí de mi arco. A veces pasaba por la Avenida A, lo saludaba pero no me detenía. A mediados de septiembre de este año decidí hacerle una visita. Había un portón de verjas de hierro con un candado pero él me reconoció y me dijo: estoy herido; creo que me voy a morir. En efecto, tenía una peligrosa fisura en su parte central que iba de abajo hacia arriba, cosa que reporté al personal del Museo de Arte Religioso y que como dije anteriormente, fue en aquellos tiempos la parroquia Santo Domingo regentada por el amable sacerdote Francisco Sáenz. Al día siguiente regresé con mi cámara fotográfica y le tomé dos fotos que quizás sean las últimas que se le tomaron a mi pariente de cal canto y ladrillos. Escribí un artículo muy corto y lo llevé a un periódico con las dos fotos pero no fue publicado.

YA NO SERÁS EL MISMO...

Quizás no había dinero para restaurarlo enseguida pero pudo haberse apuntalado mientras este se conseguía. Dicen que te van a construir nuevamente pero ya no serás nuestro familiar. Ahora tendrás el corazón de acero y así no podrás tener sentimientos porque aunque han transcurrido más de 300 años, no creo que haya nadie que se atreva a construirte con el corazón de adobe como eras, sin haber recibido primero la revelación Divina.

 

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