Sábado 21 de nov. de 1998

 








 

 


MENSAJE
Los ojos de la conciencia

Hermano Pablo
Costa Mesa, California

"Por suerte, nadie me ha visto", dijo el hombre cuando bajó del autobús. Caminó una cuadra y entró al garaje abierto de una casa. Con una ganzúa de su propia invención abrió la portezuela de un auto que estaba allí. "¡Qué suerte!" Hasta ahora, nadie me ha visto", dijo otra vez el hombre.

Se llevó el auto a un sitio oscuro y solitario. Comenzó entonces a desmantelarlo. Le quitó la batería y el equipo de sonido. Para sacar la herramienta con que quitaría las ruedas, abrió la tapa del baúl. Allí se llevó la sorpresa de su vida. ¡Lo estaban mirando seis cabezas humanas sin cuerpo!

Cuando lo arrestó la policía, se aclaró el misterio. Las cabezas las conducía el dueño del vehículo, el doctor William Portney, al banco de huesos del hospital Westchester, de Nueva York. Eran cabezas recién sancionadas de cadáveres, que se utilizan en la ciencia médica. Los ojos de esas cabezas eran como los ojos de la conciencia del ladrón.

¡Cuántas veces no queremos que se vean nuestras acciones, pero nuestra conciencia nos acusa con cada mal que hacemos! Hay muchos engaños matrimoniales, infidelidades y adulterios que se cometen en las sombras de la noche. Al parecer, nadie lo sabe. Pero cuando el mal ronda por los callejones, muchas son las cosas que delatan nuestro pecado.

Ya sean robos de joyas, o hurtos de dinero, o violación de cajas fuertes o de matrimonios, sino hay ojo humano que esté mirando, el ojo de nuestra conciencia nos está acusando. Incluso, si el ojo de la conciencia está enceguecido, como ocurre con algunos, el ojo de Dios ve, registra y archiva todos nuestros malos hechos.

Dicen en los centros policiales de todo el mundo, que es raro el crimen que jamás llega a descubrirse. Pueden pasar veinte o más años, pero a la larga, de una manera u otra, el delito se descubre.

¿Qué ganamos con ser fugitivos de la ley? Esa dulce y transparente paz del que está en libertad no tiene parangón. Y es igual con la ley de Dios. Por qúe ser un fugitivo de la justicia divina? La paz que una conciencia limpia produce no tiene igual. Cada día, cada ahora, cada minuto, Dios está viendo todo lo malo y todo lo bueno que hacemos. ¿Por qué no vivir en la libertad de una vida? Es lo único que nos dará verdadera paz.

 

 

 

 

 

CULTURA
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