"Tengo dos años lavándole los autos a los doctores del Hospital del Niño", dijo el señor Rubén Llorente, que como un fiel centinela vigila cuidadosamente los vehículos estacionados a un costado del edificio de este centro asistencial.
"Siempre sale algo. Lo importante es que en mi hogar no falta la bendición del pan y un techo para mi familia", anotó haciendo un alto en su recargada labor.
"A partir de las 6: 00 de la mañana me pongo al frente de este lugar, siempre listo para cumplir mis obligaciones y satisfacer la demanda de los usuarios, quienes siempre se van contentos con el servicio", sostuvo.
Usualmente, la jornada de Llorente concluye a las 4: 00 de la tarde.