José García, anciano granjero, comenzó la faena agrícola del día. A los 86 años de edad todavía trabajaba la tierra casi como en sus años mozos. Puso en marcha el tractor y empezó a trazar surcos.
Todo iba bien, como de costumbre, hasta que le pegó a una colmena muy grande. No pareció importarles a las abejas si el anciano no vio la colmena o si simplemente no quiso desviar su trayectoria, pues lo atacaron con furia, dejando como saldo no menos de mil picaduras. Por si eso fuera poco, atacaron también a su hijo, de 50 años, que por acudir en su auxilio recibió otras 500 picaduras. Al hacer la investigación se encontró que había unas 75 mil abejas en esa colmena.
Si bien una sola picadura por una abeja puede ser algo serio, ¿cómo será recibir mil picaduras? De seguro aquel anciano agricultor no volvería a acercarse a una colmena de abejas. Una lección así generalmente se aprende la primera vez.
Ahora bien, hay otras clases de abejas que también pican. ¿Qué, por ejemplo, de los que vacían una, dos y más latas de cerveza? Cada trago es una punzada en el cerebro. ¿Y qué de los que juegan con el cigarrillo de marihuana? De la marihuana no hay más que un paso a la cocaína, la heroína, el crack y el LSD, y cada dosis de droga es un aguijón clavado en la mente.
¿Y qué de los matrimonios que, a la menor provocación, discuten acaloradamente y pelean, hiriéndose en lo más vivo? Cada palabra que se lanzan es un aguijón que va matando el amor y el respeto mutuo.
¿Y qué de los mensajes nocivos, criminales y eróticos que vierten las pantallas de cine y la televisión? ¿Acaso no son estos como picaduras de abejas que van debilitando la resistencia moral y los valores espirituales?
Cada imagen provocativa, cada palabra obscena, cada situación procaz y licenciosa de sexo, adulterio, crimen y deshonra es un aguijón más que se va clavando en mentes impresionables. En estos medios hay miles de aguijones que, con cada imagen visual, enferman, drogan y matan.
Todo lo que hacemos trae consecuencias. Si estas son malas, es porque nuestros hechos son malos.
Sólo Jesucristo puede salvarnos de tantos aguijones. Sólo Él tiene el poder para librarnos de los pecados que nos destruyen. Sometámonos al señorío de Cristo, y nuestra vida cambiará.