EDITORIAL
Vigencia del grito santeño
En noviembre de 1821, procedentes de México, dos comisionados del Emperador José de Iturbide, Generalísimo y Almirante de la Nueva España y los países de América Central, trajeron la propuesta para la emancipación del Istmo, de la corona española, para anexarlo a la naciente nación mexicana. Los comisionados trajeron en sus maletas una carta dirigida al Gobernador del país, coronel José de Fábrega, que no pudo ser contestada porque sorprendió la proclama libertaria de los santeños, que el 10 de Noviembre de 1821, en la heroica Villa de Los Santos, rompiera el yugo que impusiera el gobierno español.
Ciento ochenta y dos años han transcurrido desde la memorable fecha, en la cual la heroica Rufina Alfaro, quien suministraba las raciones alimenticias a los soldados acuartelados, durmió la vigilancia con soporíferos, para garantizar los actos rebeldes, encabezados por el Concejal Segundo de Villarreal.
Posteriormente, en la ciudad de Panamá, siguiendo los pasos emancipadores santeños, las autoridades del Cabildo conformaron la Junta Emancipadora, que accedió a la unió al sueño bolivariano de la Gran Colombia, integrada por Venezuela, Nueva Granada y el Ecuador.
Ciento ochenta y dos años nos separan del Grito Santeño y todavía perduran en aquellas tierras problemas humanos y sociales de consideración que reclaman urgentes decisiones públicas y privadas, de manera que el espíritu creativo, el afán de logros, y de ascenso social del santeño, sirva para el avance colectivo, de crecimiento y desarrollo.
Panamá como nación reclama nuevos rumbos, cambios profundos, trascendentes, que permitan superar la crisis que envuelve al país. En tales labores, frente a tales desafíos, la reciedumbre santeña, su espíritu trabajador y respetuoso son estafetas y contribuciones invaluables.
PUNTO CRITICO |
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