Eran poco más de las cuatro de la tarde del sábado once de octubre, en una vía de San Francisco de la Caleta. El joven trabajador doméstico iba elegantemente vestido. Había terminado una semana de trabajo y pensaba en la diversión del fin de semana. De repente un policía lo detuvo. Le pidió cédula y el trabajador se la dio.
Entonces le dijo que estaba retenido para verificar si tenía “algún caso pendiente”. Señaló el trabajador que a pocos metros estaba la casa donde laboraba. Allí darían fe que es buena persona y tiene un trabajo estable, que incluye pago del Seguro Social.
Pero sus palabras cayeron en oídos sordos. El Policía lo metió en un vehículo y lo llevó a la estación policial de San Francisco. Allí estuvo retenido ilegalmente por casi cinco horas, sin ningún cargo ni acusación.
Otras treinta personas estaban en la misma situación. Al soltarlo, no tuvieron siquiera la cortesía de darle una excusa por el abuso e injusticia cometido con él.
¿Con qué cara la Policía comete estos abusos, cuando no se atreve a detener a los legisladores bribones ni a los demás delincuentes de cuello y corbata? Este incidente bochornoso confirma otra vez que la policía panameña solamente funciona para “el hijo de la cocinera”.
La justicia panameña sólo actúa contra un ladronzuelo que se birló unos dólares, pero se tapa los ojos ante sobornos, atracos a dineros del Estado por millones de dólares.
Otra muestra de las fallas de la justicia la tenemos en las investigaciones sobre desaparecidos durante la dictadura militar. Existen cantidad de testimonios, (con nombres propios) de sujetos de la dictadura que tuvieron algo que ver con varias desapariciones.
Pero nuestra flamante justicia no mueve un dedo para siquiera interrogarlos, o someterlos a un arresto preventivo. Que no digan que porque esos asesinatos ocurrieron hace más de veinte años, no pueden investigarse ni castigar a los culpables.
En Argentina y Chile, donde también ocurrieron desapariciones por culpa de dictaduras militares, ahora están metiendo a la cárcel a antiguos poderosos uniformados. ¿Por qué en Panamá no puede ocurrir lo mismo?. |