MENSAJE
Su último
deseo
Hermano Pablo
¿Desea
usted algo? La pregunta era natural, y algo trivial. Es la pregunta
que la sirvienta le hace a la señora cuando ésta
toca el timbre. Es la pregunta que nos hace todo dependiente
de comercio cuando nos acercamos al mostrador. Es la pregunta
que el soldado le hace al coronel cuando éste lo llama.
Pero en este caso la pregunta no era trivial. Se la hicieron
a Mark Hopkinson, de cuarenta y dos años de edad. Y quienes
la hacían eran los guardias de la prisión de Rawlins
mientras llevaban a Hopkinson a la cámara de inyección
letal. El hombre, cínico como siempre, respondió:
«Sí, tráiganme una rubia y un helicóptero.»
Este hombre, ejecutado el día 21 de enero por tres
asesinatos, jugó cínicamente la vida. Desprovisto
de reverencia alguna, haciendo alarde de ateísmo, sin
respeto a nada ni a nadie fuera de su propio egoísmo,
vivió en el delito desde los veinte años de edad.
A los cuarenta mató a una pareja y al hijito de ambos,
a fin de robarles. Después trató de eliminar a
un testigo ocular, y el intento se vio frustrado. Así
terminó sus días, en la mayor frialdad.
Hay personas que, al igual que Hopkinson, no saben lo que
es pudor, ni dignidad, ni honorabilidad ni vergüenza. Quizá
no lleguen al extremo de matar al prójimo, pero hacen,
como quiera, gala de despreocupación moral, de cinismo
indiferente, de callosidad de conciencia, de insensibilidad espiritual.
Si se les pregunta: «¿Desea usted algo?»,
son capaces de dar la misma respuesta de Hopkinson, y con el
mismo cinismo descarado: «Sí, una rubia y un helicóptero.»
Para personas así, la vida no es más que placeres
sensuales, ganancias materiales, ateísmo artificial, subir
por la escala de la sociedad pisando cabezas, sacrificando cualquier
principio moral o cualquier sentimiento emocional.
El diccionario define cinismo como «impudencia, desvergüenza,
procacidad.» Oscar Wilde, escritor y dramaturgo inglés,
decía: «El cínico es aquel que conoce el
precio de todo, pero no conoce el valor de nada.» El libro
de Proverbios en la Biblia dice: «Al malvado lo atrapan
sus malas obras; las cuerdas de su pecado lo aprisionan. Morirá
por su falta de disciplina; perecerá por su gran insensatez»
(Proverbios 5:22-23). Esa es la vida del cínico.
Tengamos la humildad de reconocer nuestra necesidad. Responder
con cinismo al que quiere ayudarnos es la mayor demostración
de irresponsabilidad. Esta gran verdad se aplica, especialmente,
a nuestra relación con Dios. Acerquémonos a Él
en humilde contrición y digámosle: «Ten compasión
de mí, que soy pecador.»
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