La convergencia de un sistema de mal tiempo causado por el Huracán Tomás, y mareas más altas de lo usual en el Pacífico, causó que el país amaneciese ayer partido por la mitad. El Río Grande en Natá, al igual que varios otras corrientes fluviales entre Chiriquí, Veraguas, Coclé, Los Santos y Colón se desbordaron sobre carreteras y las comunidades, generando caos y causando miles en pérdidas.
Decenas de miles de panameños que viajaban por tierra desde y hacia la capital tuvieron que aguantar hasta seis horas detenidos en la lluvia, ya que la crecida del Río Grande en Natá desbordó el puente sobre la Carretera Interamericana. No fue sino hasta el mediodía que lentamente se restableció la circulación, bajo estricta vigilancia de inspectores del tránsito, de la policía y el Sistema Nacional de Protección Civil.
Se trata de otra situación que pone a prueba la capacidad de respuesta de nuestras autoridades en materia de desastres naturales. Es harto conocido que no estamos capacitados para enfrentar situaciones de emergencia mayores.
Por fortuna, nuestra posición geográfica nos salva de que los embates de las tormentas tropicales y huracanes casi nunca nos golpeen de lleno. Sin embargo, aún puede tocarnos algo del daño, como ha sido el caso del Huracán Tomás. Si tan solo el "daño colateral" de Tomás fue capaz de dejar el país dividido, ¿qué será cuando -Dios no lo quiera- nos azote un verdadero huracán u ocurra un terremoto?