EDITORIAL
Noventa
y seis años de la Bandera panameña
¿Dónde
están los panameños dispuestos a dar su sangre
para defender los colores de la Enseña tricolor? Cuando
se mira en derredor, buscando vestigios de esos patriotas nobles,
que le dieron personalidad a la Patria y fueron labrando con
dolores y sueños la Nación panameña, no
se ven más que fantasmas.
Y no hablamos de esos grandes apellidos que se ganaron con
su fortuna aparecer en los libros de Historia, no. Hablamos del
común y corriente habitante de esta Patria, que amaba
su país y lo defendía. Estas ideas de este 4 de
noviembre recuerdan a esa gente común que nos convirtió
en nación con su forma ordinaria de vida, que era digna
y laboriosa y, sobre todo, llena de respeto a sus símbolos
nacionales.
Antes, los hombres y mujeres que se cobijaban dentro de las
fronteras panameñas amaban su Bandera. Hoy, la generación
que ocupa los lugares de los ancestros idolatra otros símbolos:
el dinero; un arete en la oreja; los anchos pantalones propios
de los rapeadores del Bronx; la comida chatarra; música
ajena; tradiciones sajonas; un carro de marca; la cultura extranjera...
Alguien dijo una vez que la mayor y mejor virtud de Panamá
era su capacidad de amalgamar costumbres del mundo entero. Eso,
no tener identidad definida y parecernos a tantas naciones a
la vez, era nuestra cultura, nuestra vocación.
Tal vez sea cierto; pero el precio es muy alto. Ser un espejo
de todos los usos del Universo puede parecer bonito, pero una
juventud indiferente y sin amor a su Bandera, por ejemplo, es
demasiado pago a cambio.
Aquellos patriotas que salieron a las calles de la vieja ciudad
ese 4 de noviembre de 1903, con el Pabellón Nacional en
alto para proclamar a los cuatro vientos los sueños de
libertad de un pueblo sufrido, no son más que un tema
aburrido en las aulas de clases, una pieza de museo; no están
en la conciencia nacional... para el panameño común
de fin de siglo no son nada, y eso es lamentable.
¿A quién se le puede hacer responsable por esta
falta de calor y sentimiento patriótico? ¿Al régimen
militar, que se encargó de eliminar los estudios humanistas
y prefirió forjar una generación de tecnócratas?
¿A la clase política partidista que se ha encargado
de convertir a todo un pueblo en piedra incrédula, indiferente?
Sea quien sea el "culpable", Panamá está
en un punto del camino donde es imposible el retorno para volver
a empezar; y donde sería lamentable seguir avanzando sin
rectificar. No hay salida: 96 años después del
nacimiento de nuestra primera Bandera, y a la puerta de un milenio
nuevo, es momento oportuno para volver la mirada sin espanto,
ver los errores cometidos y dar el paso hacia adelante, no sin
antes pedir perdón a la Patria por nuestra falta de fe
y amor a ella.
PUNTO CRITICO |
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