No hay nada más triste e irritante que ver en las calles cómo de automóviles, taxis y buses salen disparadas latas de cerveza, cartones de jugo y cáscaras de guineo que quedan regadas en medio de la calle.
La inconsciencia de algunos panameños es absoluta a la hora de botar la basura. Ese "poco me importa" con el propio entorno en el que nos movilizamos es lo que causa en la mayoría de los casos enfermedades contagiosas, e inundaciones.
Sí, inundaciones. Cualquier trabajador de mantenimiento del IDAAN -probablemente los servidores púbicos más sacrificados de todo el país- puede dar testimonio de la cantidad de desechos sólidos que lanza la gente a los desagües y los ríos: ropa, zapatos, cajetas, electrodomésticos y hasta muebles aparecen atascados en las tuberías madre.
Cuando el agua de lluvia no puede pasar por ellos a causa de la masiva obstrucción, nos quejamos de las inundaciones, y salimos corriendo a pedirle ayuda al gobierno que esté de turno.
Es hora de que el panameño común tome conciencia de que vive en comunidad, y de que tiene una responsabilidad civil de mantener limpia su ciudad.
El aseo de nuestras barriadas y calles no es trabajo exclusivo de las direcciones municipales de aseo o de las empresas privadas que tengan las concesiones. Ser limpio no es una opción, es un deber para con nuestra familia, nuestros vecinos y con nosotros mismos.