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A ORILLAS DEL RIO LA VILLA
El semáforo y el desfile (III)

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Santos Herrera

En verdad, la conmemoración de un aniversario más de la fundación del Distrito se hizo en grande. Desde que sonaron los primeros cohetes y fuegos de artificios en horas de la madrugada; las dianas que al unísono se escuchaban por todos los barrios y las salomas y gritos de los amanecidos que eufóricos saludaban el glorioso día, de ese momento en adelante, el jolgorio no paró un minuto. En cualquiera esquina, un desafinado acordeón con su fuelle lleno de huecos, acompañaba a parrampanes borrachos, que al perder la vergüenza, bailaban sin máscaras.

Sin embargo, el pueblo continuaba dueño de las calles y en todas las casas se imponía la jarana con su alegría, música, jocosidad, chistes y ocurrencias. Poco después del mediodía, aparecieron los caballos de paso guiados por orgullosos jinetes y bellas amazonas, que con gallardía y elegancia paseaban sus muy brillantes bestias, a lo largo de la Avenida Herrera.

A eso de las seis y media de la tarde, llegó el último carro del desfile a la tarima principal, que por cierto ya estaba bastante desocupada, porque el Obispo, agobiado por los cohetes del Alcalde, se había ido a dormir la siesta después del almuerzo. La reina del festival se marchó a bailar con su novio a una discoteca y al abanderado del aniversario, hombre poco acostumbrado a los tragos, tuvieron que llevarlo temprano a su casa, porque en vez de bailar con la música de la bullanguera murga, quiso subir una palma del Parque Unión. El Alcalde había quemado tantos, pero tantos cohetes y había hablado en exceso, que ni oía ni podía pronunciar palabra alguna y por eso vagaba por las calles como un zombi. El representante del ejecutivo, después que se dio una buena hartada de lechona con bollo blanco, se pertrechó en el Hotel La Villa con la mercancía que trajo de la capital y su combo de favoritos. El Gobernador, con un largo millaje recorrido, por prescripción médica tiene que coger canchas muy cortas.

Por ello y algunas cositas más, sólo quedaban unos cuantos miembros del Comité Organizador y varios manzanillos que discutían sobre el equipo que sería campeón en el próximo campeonato nacional de béisbol aficionado. Y es entonces, cuando el Presidente llama al postrer desfilante y más dominado por el cansancio y el agotamiento, producto de las horas de sueño que le debía a Morfeo, que por la ira, de manera desesperada le pregunta cuál ha sido la razón de la demora del desfile que a pesar de haber empezado bien temprano, termina al anochecer; y el participante, también angustiado por el demorado desfile responde:

ECHALE LA CULPA AL SEMAFORO

¡A quién, al semáforo? ¿Y qué tiene éste que ver con el desfile? Sí, ese bicho es el culpable, porque cada vez que se prendía de rojo teníamos que parar y eso lo hacía cada dos minutos.

 

 

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AYER GRAFICO

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Así era el Barrio de El Marañón durante los últimos días de octubre de 1968

CREO SER UN BUEN CIUDADANO

Sin embargo, planifico sin consultar

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