Varios son ya los tranques que sufren los chorreranos que trabajan en Panamá diariamente: el primero en la mañana, a la altura del puente Solano hasta el mercado de Abastos, después sigue el de Carrizal entre Vacamonte y el puente de Arraiján, y como si fuera poco, en horas de la noche de regreso a casa, a la salida el puente de Las Américas se forma una larga fila de nunca acabar.
A propósito de transportistas, la manía de hablar por celular mientras conducen, ya contagió a varias unidades de la SICAMOCH. Igual ocurre con los conductores de taxis de varias piqueras, quienes emplean los radios de comunicación para dirimir asuntos personales y disputas internas entre sus miembros, que no les interesa a los pasajeros.
Entre los habitantes de Arraiján y La Chorrera comienza a ser motivo de preocupación la presencia, cada vez más insistente de los llamados Rastafari, jóvenes de costumbres pintorescas, vagabundos y adictos a la marihuana que no trabajan. Estos modernos hippies no se bañan e ingresan sin permiso a los predios ajenos para sustraer las pipas de las palmas, a las cuales les extraen el agua para lavarse el cabello.
¿Quién es el dueño de la barcaza con bunker varada frente a la playa de Bique? ¿Sabrán la ANAM y el Ministerio de Salud que esto puede ocasionar daños al ecosistema, y a esto se suma que muchos moradores encuentran el sustento en la pesca costera y la extracción de mariscos?
¿Será cierto que dos marineros del área de Puerto Caimito están detenidos en Perú por pescar en aguas territoriales del país inca y, quien los embarcó en semejante aventura fue un venezolano? La misma fuente que trabaja en el mar nos informó de la detención de un número plural de extranjeros empleados en un hotel del archipiélago de las Perlas con permiso de turistas.
Varias calles construidas en los últimos meses están llenas de huecos y con ondulaciones por la mala calidad del material asfáltico usado en la carpeta. ¡Investiguen los contratos! |