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El panameño por lo general goza de buen humor, pese a la enorme cantidad de problemas que le agobia.
Por eso, en el transcurso de la semana, usted escuchará quejas a tutiplén en especial de que la calle está dura, de que la economía sigue estancada, no hay fuentes de empleo, etc., pero por arte de magia, las penurias finalizan tras llegar el maravilloso día viernes.
Halla o no halla dinero, las fiestas se multiplican por doquier, tanto en discotecas como en diversos barrios, ya sean populares, clase media o de "niños".
Bueno aquí arde Troya, como se dice popularmente, pues los parranderos pasan largas horas bailando, gritando como si el mundo se estuviera acabando.
La competencia no sólo es quién baila más. Los dueños de equipos de sonido de barrios, al igual que los que usan en los centros de diversiones suenan demasiado altos, perturbando a amigos, que necesitan reponer sus energías para laborar en el tormentoso lunes.
Es insoportable el ruido que hacen, sobre todo por la música estridente que causa gran malestar entre la gente sana. Los que no tienen que ver nada con este tipo de desorden.
No es que se critica las fiestas, pero las cosas son respetando. Así lo decía Benito Juárez: "el respeto a ajeno es la paz".
Relajo con orden, a fin de que los demás descansen señores. Seamos mejores ciudadanos. |
