Hoy se conmemoran cuatro años de la tragedia que cobró la vida a 18 panameños que murieron calcinados a bordo del autobús 8B-06. Las investigaciones concluyeron con una condena de 40 meses de prisión tanto para el conductor como al dueño del transporte público: los hermanos Próspero y Ariel Ortega.
La sentencia proferida en mayo fue apelada por los familiares de las víctimas ante el Segundo Tribunal Superior de Justicia.
Sin embargo, la responsabilidad no es sólo del chofer y el dueño. Fue un fracaso de todo un sistema de transporte y de las autoridades designadas para vigilar la operación de las líneas de autobuses.
Cuatro años después, se avanza en modernizar el transporte. Dentro de dos meses deben llegar los primeros buses del nuevo operador del servicio de autobuses. La otra semana debe escogerse a la empresa que construirá el Metro.
Todo indica que ahora sí vendrá la transformación del transporte, pero el asunto no es sólo máquinas o equipos. Lo más importante es el cambio de mentalidad de los que estarán al control del volante en el nuevo sistema y de los responsables de vigilar su adecuada operación. Los accidentes son inevitables, pero con adecuadas medidas de seguridad, puertas de emergencias adecuadas, control de velocidad y otras medidas, pueden disminuir el peligro de víctimas fatales.
A quienes perdieron a seres queridos en el incendio del 8B-06, nuestra solidaridad. Así como con esos humildes panameños que cada mañana y tarde viajan a sus destinos en autobuses repletos de pasajeros y exponiendo en cada viaje la vida.
La fecha de hoy es de reflexión frente a lo sucedido. El que tenga la oportunidad debe asistir a los actos religiosos organizados en recordación a esos hermanos que murieron de forma tan terrible. Ojala que un hecho como este nunca se vuelva a repetir.