Si usted quiere ser feliz, tiene que parecerse a Dios y Él es Misericordioso. Si quiere ser un infeliz, un amargado y vivir como un "perro rabioso", entonces cultive toda clase de rencores y sea lo más egoísta que pueda. Se convertirá en un ser solitario y se frustrará a nivel profundo.
Quiero que observe esto: El mensaje que corre transversalmente en el Antiguo Testamento y que es extraordinariamente evidente en los Evangelios es este: "Quiero que seas compasivo como yo. Yo soy el Padre de la Misericordia y quiero que aprendas de mi Hijo, que es manso y humilde de corazón".
Podríamos decir que la misericordia divina es la esencia de la historia de la Salvación. De hecho la Buena Nueva, el Evangelio, es que Dios es Misericordioso y nos salva, nos perdona a través de su Hijo Jesucristo.
La misericordia divina es infinita y la prontitud del Padre en acoger a los "hijos pródigos" de todos los tiempos es inagotable. Jesucristo es la encamación de la misericordia de Dios. Vino a salvar, a perdonar, a reconciliar.
En la parábola del Buen Samaritano vemos hasta donde llega la misericordia del que atendió al apaleado "y medio muerto". Se compadeció de éste y le dio todo lo que tenía en ese momento para aliviar su dolor y lo "subió a su cabalgadura" y lo llevó a una posada para ser atendido. Isaías 58, 10 nos dice" Cuando des de tu pan al hambriento y sacies al alma indigente, brillará tu luz en la oscuridad y tus tinieblas serán cual mediodía". Jesús nos manda: "Den y se les dará; una medida buena, apretada, colmada, rebosante, será derramada en su regazo. La medida que con otros usen, esa se usará con ustedes", (Le. 6, 38).
Misericordia implica compartir lo que Dios nos ha dado. San Remigio dijo: "Se llama misericordioso al que considera la desgracia de otro como propia, y se duele del mal del otro como si fuera suyo". Y el Señor "dirá a los que estén a su derecha: Vengan ustedes, los que han sido bendecidos por mi Padre; reciban el reino que está preparado para ustedes desde que Dios hizo el mundo. Pues tuve hambre, y ustedes me dieron de comer, tuve sed, y me dieron de beber; anduve como forastero, y me dieron alojamiento", (Mt 25, 34-35)". Si somos misericordiosos como Dios lo es, con El seremos invencibles a nuestra maldad y seremos felices.