OPINION


Monumento

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Por Milcíades Ortiz Jr.
Catedrático

El joven de poco más de veinte años se paró en el muelle. "Tomo el primer barco que salga, no importa para dónde vaya", pensó con resolución. Estaba cansado de trabajar duramente sin encontrar un futuro a sus esfuerzos.

En sus cortos años había recorrido valles y montañas de su inmensa patria, buscando "un lugar bajo el sol". Pero no estaba conforme.

Sentía que tenía que irse del lugar que lo vio nacer. Dejaba a su madre, tías y primos, pero su corazón lo lanzaba a lo desconocido.

"Entonces pasó un barco que me llevó a Panamá. Llegué con muy poco dinero y tuve que empeñar una máquina de escribir (que todavía existe) para comer", me contó mi padre haciendo recuerdos.

Vino de un pueblito de Colombia famoso por su cumbia, llamado "Sanpués". Luego de años y una pequeña fortuna, se casó con una maestra descendiente directa de... inmigrantes italianos.

De esta unión nacieron tres hijos, siendo yo el mayor.

Como mi padre y mis abuelos, millones de personas se cambian de país todos los años, buscando mejores días para su existencia.

Recuerdo que mi padre me decía que "el inmigrante quiere más el país donde vive, porque él lo escogió para vivir. Los otros sencillamente nacieron aquí, sin que fuera su voluntad".

Murió mi padre hace veinte años y nunca se arrepintió de vivir en Panamá. Esto no pasa igual con muchos panameños, que reniegan de este paisito a cada momento, sin valorar lo bueno que tiene sobre los demás.

Pienso que mi abuelo Tomassino Vaccaro también ha debido pensar así, cuando su mesa bien surtida era honrada por distinguidos miembros de la sociedad panameña, de los primeros años de República.

El extranjero inmigrante sabe que aquí tiene que luchar duro para sobrevivir. Nada de amiguismo, juega vivo, el primo o hinchi-pinche que lo salve.

Por eso muchos extranjeros hacen plata en el país, mientras que panameños se despilfarran el dinero y no saben manejar bien un negocio.

He pensado en esto debido a que se hará realidad una idea que he impulsado desde hace más de cuatro años: un monumento para los extranjeros.

El 17 de octubre, en Amador, se inaugura la Plaza de la Cultura y de las Etnias, donde habrá nueve monolitos representando a diferentes culturas.

 

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