Sinceras eran las lágrimas de ese joven alemán. Sincera, muy sincera la pena que mostraba. Estaba en Bogotá, Colombia, junto con su madre, Marlena, de sesenta y cinco años de edad, cuando ella murió. Lloró cuando cerraron el féretro en Bogotá y cuando lo embarcaron con destino a Alemania.
Sinceras las lágrimas de Helmut Jurgens cuando en el avión contaba su historia: vacaciones en Colombia con su mamá, el ataque cardiaco, el cierre del ataúd y el embarque rumbo a la tierra natal.
Sinceras fueron también sus lágrimas, muy sinceras, cuando las autoridades del aeropuerto de Francfort destaparon el ataúd, abrieron el cadáver y hallaron dentro doce kilos de cocaína pura.
Está comprobado que los contrabandistas de drogas ya no se detienen ante nada para efectuar su negocio. Este joven aprovechó una circunstancia macabra. Su madre murió de un ataque cardiaco en Colombia. El hijo hizo los arreglos para que embalsamaran su cadáver. Y de alguna manera metió en el cuerpo de su madre muerta las bolsas de cocaína. Una vez que llegara a Alemania, de alguna manera sacaría esa droga, valorada en millones de dólares. ¿Consideraciones morales, religiosas o filiales? Ninguna. Sólo negocio.
Hay personas que ponen el dinero por encima de toda otra consideración. No son solamente los contrabandistas de drogas, o los asaltantes de bancos o los ladrones de diamantes. Hay personas pobres, que ganan muy poco y que viven con todo tipo de limitaciones, pero que también sufren de esa misma pasión. "El amor al dinero es la raíz de toda clase de males", dice la Biblia (1 Timoteo 6:10). Muchos ponen a la venta todo lo que tienen: bienes, amistades, lealtades, convicciones, conciencia, corazón, alma y religión. La ilusión loca y engañadora de grandes cantidades de dinero ofuscan la mente, ciegan el espíritu, y cuando la persona menos se imagina, lo pierde todo, incluso su salvación.
Las palabras de Cristo son verdaderas y vivas: "¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida?" (Marcos 8:36).
Si nos está consumiendo la pasión de tener más y más a cualquier precio, no nos dejemos arrastrar a la destrucción. Roguemos a Dios que nos libre. Él quiere y puede ayudarnos. |