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HOJA SUELTA
Cerebro de mujer

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Eduardo Soto Pimentel
Eduardo Soto P.

En el amor, a las mujeres no hay quien las entienda. Y lo que menos les importa a ellas es ser comprendidas, y eso me agobia.

En el departamento de fotomecánica de Crítica labora un sabio hombre, Luis Barnet, quien me dio la clave para que el asunto deje de perturbarme. Fumando lentamente un cigarrillo "Parliament", me miró con sus ojos de pez y soltó la sentencia con aquella voz ahuecada y parda: "nunca intente entender a las mujeres, Eduardito, sólo quiéralas y déjese querer (...) si pretende saber por qué hacen las cosas, ¡uf!, mejor busque cama en el psiquiátrico".

Y es cierto. En el cerebro de una mujer no es recomendable entrar. Mejor es mantenerse lejos de sus resquicios y no preguntar qué estará pasando ahí dentro; hay que dejar que pase el tiempo, esperando siempre un susto, besando su boca, hipnotizado por el olor de los cabellos, embobado por el brillo de sus ojos y el tono de la voz, encadenado a las curvas ruidosas de su cuerpo, narcotizado por su aliento de menta y la fuerza que imprime en un sudoroso abrazo; mejor es ignorar los argumentos y quedarse quieto, a distancia, temeroso de una explosión nuclear si te acercas a sus secretos, hechizado por la delicada canción del musgo que a veces se esconde hasta el último momento, y otras más revienta frente a ti en la primera cita. Así son las mujeres: contradictorias, pero hermosas.

Si se te ocurre asomarte demasiado en sus balcones... caerás irremediablemente de cabeza.

Pero soy necio, y siempre trato de entenderlas. ¿Por qué siguen con el mismo hombre si saben perfectamente que jamás sentará cabeza? ¿Por qué le aguantan tanto puño, y le lloran para que no se vaya con la otra? ¿Por qué, siendo bellas, brillantes, y fantásticas amantes, prefieren al más feo y enmarañado del barrio...al maleante? ¿Por qué siguen siendo la querida, pudiendo aspirar a una vida digna, decente, llena de luz y esperanza? ¿Qué les pasa que no cortan de raíz las borracheras del otro, y se van de la casa buscando paz? ¿Por qué no se quedan con el bueno y se van con el más inadecuado?

La semana pasada vi a una dama muy linda y delicada del brazo de un tipo feo y enorme. Yo estaba en el carro, haciendo fila en un semáforo. Ellos esperaban en la acera para cruzar. De pronto el feo se volteó y empezó a gritarle sabrá qué cosas a la linda, y le apuntaba con el dedo gigante en la cara; ella estaba seria y casi triste; él gritaba y gritaba, apuntándole el cañón con uña de su mano... ella bajó la cabeza cuando él terminó de insultarla. ¡Y cruzó la calle agarrada de su brazo!

Los vi alejarse, unidos de manos. Entonces volví a preguntarme qué les pasa a las mujeres, y me acordé de Luis Barnet, riéndose de mí en la mesa de fotomecánica. Prometí olvidarme del asunto pero, ya lo ven, no pude. Jamás podré.

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Penúltima sesión de la Asamblea Nacional durante los aciagos días de octubre de 1968

CREO SER UN BUEN CIUDADANO

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