EDITORIAL
La Reforma Educativa, diecinueve años después
El 9 de octubre de 1979 un
gran movimiento de masas, encabezado por los educadores, presionó
y logró que se derogara la Reforma Educativa impulsada por el gobierno
que presidía el Presidente de la época, Dr. Aristides Royo.
19 años después de aquel suceso y con menos apasionamiento,
vale la pena analizar las circunstancias que obligaron al gobierno a retirar
el proyecto y preguntarse si convino a la educación nacional esa
acción de los docentes.
El movimiento magisterial se vio fortalecido en la época por cierta
histeria anticomunista, lo que unió a varios grupos de la mayoría
silenciosa de los ciudadanos que no querían repetir el esquema del
"chiricanazo" que se había dado en David, en la cabecera
del Valle de la Luna.
Ese apoyo a los educadores aglutinó a grandes mayorías
que por tradición y convicción se oponen al florecimiento
de doctrinas totalitarias en el istmo. Y la Reforma Educativa fue derogada
ante la complacencia de los educadores que lideraron la jornada: los profesores
Julio César Ortiz, Gilberto Solís y el maestro Marco Alarcón.
El oficialismo de la época no supo "vender" o explicar
las bondades de la Reforma Educativa, a la cual se acusó que era
un plagio de la peruana. Incluso, permitieron que se dijera que tenía
influencias marxistas leninistas y que le endilgaran toda clase de estigmas.
Aun dentro del Ministerio de Educación había funcionarios
de alta jerarquía que adversaban la Reforma Educativa, por lo que
fue creciendo la ola de protestas contra lo que era un novedoso proyecto.
Al ser derogada la Reforma Educativa, hubo también un retroceso
en la educación e instrucción pública. Vino la época
de los grandes fracasos escolares y de promover de grado a estudiantes que
no estaban capacitados para ello. Fue en el tiempo de la dictadura castrense
cuando se multiplican las falsificaciones de diplomas y la corrupción
se da entre estudiantes y profesores por afinidad política, degradando,
incluso, a las organizaciones estudiantiles.
Lo que hay que destacar es que se derogó el proyecto, pero sin
presentar ninguna alternativa. La educación se estancó por
años y se politizó. Los Centros Básicos se eliminaron,
sin medir las consecuencias para los estudiantes de las áreas rurales.
Y fuimos produciendo estudiantes mediocres, con deficientes nociones de
gramática, ortografía, cívica y urbanidad. Se suprimieron
las materias de religión y moral. Y retrocedimos a una educación
libresca, pero sin contenido y sin inspiración de valores ciudadanos
que aún hoy, 19 años después, todavía no hemos
recuperado.
Este fue el precio que pagamos por ser irreflexibles y emotivos. En una
era tecnológica debemos elevar nuestra educación a ser moderna
y progresista porque la noche del oscurantismo quedó atrás.


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