Viernes 9 de oct. de 1998

 








 

 


FAMILIA

Nuestro hijo: un drogadicto

Elaine Cantrell

Hicimos todo lo posible! Cambiamos a Daniel dos veces de escuela en un año. Le compramos una motocicleta. Semanas más tarde, mi esposo, Ken, lo ayudó a cambiar su vehículo por un automóvil. Luego Daniel demandó un equipo estereofónico. Le compré con mi tarjeta de crédito; pero él continuó usando drogas.

En un período de dos meses, la policía lo arrestó dos veces por conducir a exceso de velocidad y en estado de embriaguez, y por posesión de marihuana. En cada ocasión, Daniel pasó la noche en la cárcel local, entre rejas y sobre un piso de cemento. El tribunal nos animó a llevar a Daniel a un centro local de rehabilitación de drogadictos. Dejó el programa antes del mes y no siguió las instrucciones. Pronto cayó en la misma situación de problemas con la ley.

La felicidad de nuestra familia fue extinguida por la ira y el dolor. Todos nos escondimos tras una pared de fría indiferencia para tratar de sobrevivir cada nuevo día. La adicción de Daniel continuó y aumentaba nuestra desesperación.

Finalmente inscribimos a Daniel en un programa para drogadictos de larga duración en otro Estado. Duró más de un año. Esta vez fuimos parte de este programa de recuperación. Significó un viaje semanal de 800 km. (500 millas), pero nos ayudó a llegar a reconocer nuestros propios sentimientos.

Aprendimos lo que significa ser codependientes. También aprendimos que la drogadicción es una enfermedad crónica. Cada miembro de la familia habría de trabajar junto a los demás para mantener la salud.

Quisiera compartir diez cosas que evitaron que la adicción de Daniel destruyera nuestra familia y que lo ayudaron en su lucha para convertirse en una persona sana y libre de drogas.

BUSCAMOS AYUDA
Mientras Daniel usaba drogas, pasamos muchas noches de insomnio, días interminables de trajín en los tribunales, y experimentamos muchas frustraciones. Perdimos días, semanas y meses de nuestra vida -perdidos para siempre-, porque nos negamos a reconocer y aceptar el problema de Daniel.

Su problema de drogas requería atención inmediata, pero habíamos pospuesto la búsqueda de ayuda externa, pensando que el mañana podría traernos el milagro de un hijo libre de drogas.

Yo sabía que podía cambiarlo. Más tarde aprendí lo tonta que había sido al pensar así. El apoyo que Daniel necesitaba era el de padres que no se negaran a reconocer su problema y buscarán ayuda enseguida.

BUSCAMOS CONOCIMIENTO
Aprendimos los efectos de las drogas más comunes: la marihuana, la cocaína, el alcohol y el tabaco.

Daniel lentamente comenzó a comprender el efecto de las drogas en su propia vida y en la vida de sus familiares. Aunque las drogas casi lo habían sofocado, todavía tenía sentimientos de amor y compasión.

APRENDIMOS A ESCUCHAR
Yo creía que podía solucionar todos los problemas de Daniel. Pero aprendí algunas técnicas para escuchar, a fin de darle tiempo para expresar sus sentimientos mientras yo mantenía mi boca cerrada. Apoyé a Daniel al escuchar sus problemas sin sugerirle soluciones.

Ken y yo aprendimos a escuchar sin reaccionar, sabiendo que los sentimientos de odio que Daniel expresaba, podrían transformarse después en amor.

 

 

 

 


 

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