Era la cuarta vez que miraba aquella chica uniformada de colegiala en esa institución píºblica. Esta vez decidí que la curiosidad tenía que hacer su trabajo.
Luego del saludo me identifiqué. Le expliqué a la jovencita el motivo de mi acercamiento.
Sonrió un poco extrañada, pero igual conversó conmigo.
Le dije que me había llamado la atención verla allí vendiendo lotería en uniforme.
Contestó que lo hacía para ayudar a su madre y hermanos, quienes también realizaban otras labores y estudiaban. Seguí insistiendo con otras preguntas, entre ellas que no a todos los muchachos les gusta hacer esa labor y que cómo se sentía.
Ante mi insistencia, Massiel, que es el nombre de la chiquilla de 18 años, me indicó que a ella no le daba pena porque con esta venta salía adelante para sus estudios.
Me pareció muy bueno, el que jóvenes aprendan el valor de luchar por lo que quieren. Ella sueña con ser administradora de empresas. Para esto se dedica a estudiar sin cansancio. También me señaló que contribuía a pagar el alquiler de su vivienda.
Por suerte no ha experimentado lisuras de nadie, manifestó.
En cuanto a vender lotería vistiendo el uniforme de su colegio, señaló que sólo una vez una profesora le preguntó que cuándo iba a clases. A esto respondió que en el turno de la tarde, puesto que por la noche se sumerge en sus libros a cumplir con sus tareas.
Por el modo como muchos jovencitos viven la vida, se puede pensar que a ninguno le importa nada. Estos buenos ejemplos nos muestran la otra cara de la realidad.
Todavía hay adolescentes que piensan en lo importante que es soñar y alcanzar las metas.
La droga, el sexo sin freno, "grubear" y pasar el rato sin pensar en las consecuencias para algunos chicos (as) es realmente estar fuera de onda.