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La verdadera dicha del hombre

Romulo Emiliani | Monseñor

Jesús, al ver a una gran muchedumbre reunida, subió a un cerro. Allí se sentó y sus discípulos se le acercaron. Comenzó a hablar y a enseñarles. En ese monte, Jesucristo pronunció las palabras que son conocidas como el Sermón de la Montaña y que representan un gran plan de acción para la vida. Jesucristo quiere que tú cumplas ese plan de acción, porque es el camino que Él presenta para que seas feliz.

En la primera enseñanza de las bienaventuranzas, dice Jesús: "Felices los que tienen espíritu de pobre, porque de ellos es el reino de los cielos". ¿Quiénes son los que tienen espíritu de rico? Los orgullosos, altaneros, soberbios, autosuficientes, los que piensan que no necesitan de Dios, los que piensan que pueden hacer todo por sí mismos. A esos necios que creen que lo pueden todo por sí mismos les preguntamos: ¿Quién te dio la vida? ¿Quién creó todo esto que existe? O es que acaso, ¿tú decidiste venir para nacer en el año y día tal; tú decidiste nacer mujer u hombre, tú te diste la vida? ¿Tú sabes cuándo vas a morir? ¿Acaso comprendes tú cómo se creó todo este mundo que te rodea?

El reino de los cielos es de los que tienen espíritu de pobre, dice la Palabra. Entonces yo te pregunto: ¿Eres soberbio o humilde, orgulloso o modesto, altanero y patán o eres una persona humilde y sencilla que reconoce y sabe que el único, absoluto, es Dios? ¿Cómo eres tú? Si eres orgulloso, soberbio o altanero, la Palabra dice que Dios rechazará todo eso con el poder de su brazo. El orgullo es estupidez humana, porque ¿quién puede ser como Dios, creador del universo entero? ¿Acaso tú, algún otro ser humano, un país o imperio? Los imperios son destruidos, se acaban y sólo permanece Dios. ¿Dónde quedaron el imperio romano y el egipcio? ¿Dónde están los reinos de la Edad Media? Fueron destruidos por la soberbia y el orgullo.

Felices los que son humildes. Y tú, ¿eres humilde o soberbio? Piénsalo bien y decídete a cumplir el plan de acción que presenta Jesús en las bienaventuranzas (Mt.5, 3-12). Sólo así alcanzarás la felicidad y te realizarás a plenitud como ser humano. Solamente con la ayuda de Dios podrás lograr alcanzar los niveles plenos de la convivencia con tus hermanos y de la verdadera dicha y amor, de los que el Señor es la única fuente. Recuerda que con Dios, quien es amor, serás... ¡Invencible!



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