EDITORIAL
Pulsando la lira de la Patria bohemia
Mientras la borrascosa tormenta
política pasa y azota como vendaval los estratos más paupérrimos
del ambiente citadino, una expresión de mohín asoma al rostro
de estas raíces del cielo.
Allende a los arrabales, donde la cerca camina mordiendo el potrero,
donde se pudren como tallos las masas irredentas, el Astro Rey es aristocrático
y es débil la proyección de las reivindicaciones populares.
Los políticos parecen no inmutarse con el dolor antiguo de nuestro
pueblo. Un pueblo con sollozos anónimos que sigue rumiando sus frustraciones
con la esperanza esquiva de mejores días.
El pueblo de Panamá, sin embargo, tiene que superar esa actitud
de fatalismo y levantarse de sus cenizas traumáticas. Comprender
que vamos rumbo a un milenio donde no tienen cabida los prejuicios ni complejos
aferrados al alma bohemia del barrio.
Panamá debe despertar con optimismo después de un largo
viaje hacia la noche. Así lo proclaman los aedos que el mundo es
ancho y ajeno y que en la cumbre se pierden los caminos, por lo que no debemos
doblegarnos frente a la adversidad. El reto del destino no puede ser empañado
por un alma de cristal ni animado por los gritos del silencio que ahoga
la garganta de la Tierra.
Jinetes apocalípticos de luz y sombra cabalgan sobre el firmamento
de la Patria que se nos antoja un terreno amoroso cuya simiente oportuna
abonará los frutos de una inmortal generación. Por eso, levantamos
en alto el estandarte de la dignidad para reiterar que aún tenemos
Patria y que empeñamos nuestra palabra por defender su libertad.
Panamá, creemos en ti. Porque en tu suelo nacimos, te veneramos
con tus virtudes y defectos. Y es que nos imaginamos que tu cielo es una
ventana abierta por donde Dios parece que mirara al mundo. Y bajo ese mismo
cielo queremos que la saloma del campesino sea un canto a Dios y a la naturaleza
y no el llanto del hombre despojado.
Panamá, timonel del futuro de América, tienes un pueblo
que es dueño de un destino superior. Los hombres que forjaron esta
nación se inspiraron en tus verdes frondas y en el encanto de tus
mares. Por eso, no concebimos verte humillada ni sometida por propios ni
extraños.
Forjada tu nacionalidad por la acción libertaria del indómito
Urracá y el intrépido español Balboa, además
de tantos patricios que son preclaros ciudadanos, te soñamos Patria
como adalid de pueblos que no arriarán su enseña de libertad
por los siglos de los siglos.


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