En esta ocasión no les mencionaremos qué tan honesta o no puede ser una persona, sino la manera en que éstas manejan esa virtud, que más que una cualidad, es un don.
En la actualidad, por las situaciones que se presentan, es difícil actuar siempre con honestidad, ya que todos, o la mayoría de los individuos, quieren que las cosas resulten conveniente, sin importar qué tan grande o pequeña pueda ser su mentira o mala actuación.
A pesar de que existe una marcada diferencia entre el honesto y deshonesto, es difícil diferenciar a dicho ser, ya que la práctica y la ejecución hacen al profesional. Y es que, ser honesto es ser real, auténtico, genuino. Ser deshonesto es ser falso, ficticio, impostor.
La honestidad expresa respeto por uno mismo y por los demás. La deshonestidad no respeta a la persona en sí misma ni a los demás. La honestidad tiñe la vida de apertura, confianza y sinceridad, y expresa la disposición de vivir en la luz. La deshonestidad busca la sombra, el encubrimiento, el ocultamiento. Es una disposición a vivir en la oscuridad.
Y así, si seguimos enumerando cada una de las cosas que representa al individuo honesto y al deshonesto no tendríamos espacio, pero aquí, lo importante no es la mención, sino la aplicación.
Amigos lectores, si alguna vez han utilizado la mentira para conseguir un objetivo, es hora de recapacitar, de entender que nada que se consigue con deshonestidad resulta bien, aunque se piense lo contrario.
Hay que reconocer que la honestidad es un elemento fundamental para las relaciones humanas, la amistad, la auténtica vida comunitaria. Pero se debe tomar en serio por sí misma.
No dejes que los deseos de lograr todo lo propuesto, empañen la vida plena que puedes llevar, si actúas con responsabilidad, y la verdad por delante.