Algunas señales del gobierno de los locos, parecieran indicar que podría sufrir la fiebre endémica gubernamental, en donde el pueblo mira espantado la oportunidad de nuevos funcionarios para que ejerzan el democrático derecho de favorecer y llenar los bolsillos de amigos y familiares.
El cambio de corrompidos y corruptores parece ser la constante cada cinco años. Y así vemos como con El Toro se percibe que se apertrecharon varios, con Moscoso sospechan que se llenaron amigos y enemigos y con Martín la lista parece no tener fin.
Lo más lindo, es que no existe la reelección, el pueblo votó "NO", cuando el Toro intentó repetir. La gente no quiere bajo ningún concepto, que los bandos (¿bandas?) repitan, resguardando así nuestra hermosa democracia alterna del robo y la corrupción proclive a la dependencia económica de poderes económicos legales de lado y lado.
Y es que se siente que la mayoría ciudadana es una masa educada para entender que la democracia es aquella que permite compartir el botín cada cinco años a corruptos de otros partidos y como no hay cárcel que reciba a pillos adeptos a cuellos ortopédicos, muletas, sillas de ruedas y arritmias, solo le queda el famoso "pase de factura político".
Lo chistoso de nuestra democracia, es el exhibicionismo de la ineptitud. Aquí nombran a muchos embajadores y cónsules que nos convierten en el hazme reír internacional. Cada cinco años, dependiendo del bando (¿banda?), suben al poder gente como el alcalde que mezclan en una chicha de padrinos a "Dios", Castro, Arnulfo y Ornar, el pobre Torrijos que ha servido para tantas desgracias y perversidades.
Si con el Toro, Mireya y Martín emergieron funcionarios que podríamos elevarlos al nicho de los clásicos de la estupidez, cuidado que con los locos nos pasa algo parecido.