Lo sucedido en la Asamblea Legislativa el pasado primero de septiembre no tiene justificación. No por el resultado, ni la forma en que se obtuvo la mayoría parlamentaria, sino por la ralea de los participantes. El peor lenguaje fue utilizado. No se respetó la solemnidad del acto ni a los invitados. Se irrespetó al pueblo, a ese pueblo que les eligió para que hicieran buenas leyes y que fiscalizaran con honestidad y honradez las acciones de los otros poderes del Estado.
Que diferente hubiese sido escuchar una voz firme y con tono seguro, presentando al candidato a la Presidencia de la Asamblea Legislativa. Una voz que inspirara confianza, que nos diera clara evidencia de las leyes que serían aprobadas durante la presente legislatura.
El país necesita interrumpir con precisión quirúrgica el deterioro de la economía, el aumento de la pobreza y el desempleo, el peligro que representa la alta tasa de criminalidad e inseguridad ciudadana.
Si para mejorar el status económico de los pobres en Panamá se hace necesaria una reforma tributaria, modificaciones al Código Laboral, al Código Fiscal o a la misma Constitución Política de la República de Panamá; pues entonces que nos miren a los ojos y nos digan que eso es lo más conveniente para todos. Y si para lograrlo era necesario tener control de la Asamblea Legislativa, entonces vale la pena salvar cualquier obstáculo.
En el juego del poder unos ganan y otros pierden. Le tocó a Martín perder en esta ocasión. Napoleón Bonaparte (1769-1821) decía "podemos recuperar el espacio, pero nunca el tiempo". En el manejo del tiempo largo, ese tiempo de años prolongados, deberá tenerse paciencia y suave guía. Es el arte de no reaccionar impulsivamente, de esperar la oportunidad. Esperar implica controlar las propias emociones, así como las ajenas, evitando los movimientos rápidos y torpes. A medida que el tiempo pase, se presentarán oportunidades que no se habían siquiera imaginado.
La inexperiencia de Martín le ha conducido a cometer acciones rápidas, impulsivas, no pensadas; propias de un niño malcriado antes que de un verdadero político, mucho menos un estadista. En política las rabietas se pagan y se pagan con el fracaso.
Si no me dejan jugar como yo digo, me llevo la pelota, el bate, el guante y hasta el estadio. Retirarse de los diálogos nacionales a estas alturas del partido, denota inconsistencia y falta de seriedad ante los problemas nacionales. Acostumbrados a deleitar manjar fácil, el PRD actual no ha aprendido a ser oposición. Han preferido migajas que comportarse con decoro y elegancia política. Han dejado a un lado ideales y propuestas. Gobernar no es un juego para niños. Gobernar significa sacrificio, significa capacidad, significa tomar decisiones y aceptar responsabilidades. |