Mientras usted lee estas líneas, cientos de miles de personas en países de América, el Caribe y Panamá están sufriendo en carne propia el embate de la madre naturaleza, y necesitan de nuestra ayuda.
Cuba, Haití, Bahamas y Jamaica han sido los países más afectados por el paso de los huracanes Gustav y Hanna. Al mismo tiempo, el huracán Ike, de categoría 4 en la escala de intensidad de huracanes, está azotando varias islas del caribe.
Gustav y Hanna han causado centenares de muertes en estos países, miles de damnificados y millones de dólares en pérdidas económicas.
En Panamá -afortunadamente- no hemos sido tocados por ningún huracán desde hace décadas, pero sí hemos sufrido pérdidas humanas por el mal tiempo. Las torrenciales lluvias que caen en el interior de la República han cobrado la vida de tres personas, hay varios desaparecidos, y zonas indígenas de Chiriquí han sido devastadas por las inundaciones.
Todas estas personas dentro y fuera de Panamá necesitan toda la ayuda que el resto del mundo pueda darles. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras nuestros hermanos en el Caribe, y en nuestro propio suelo, lloran por la pérdida de sus hogares y enseres mientras nosotros vemos todo por televisión, cómodamente sentados en nuestros hogares.
Todos tenemos cosas que nos sobran: ropa, sábanas y otras posesiones que no necesitamos.
En Panamá tenemos la ventaja de que la Cruz Roja Internacional cuenta con una sede regional, desde donde ya han enviado varios aviones con ayuda material para los damnificados en Cuba, Haití y demás zonas arrasadas por los huracanes. Lo menos que podemos hacer es entregarles lo que a nosotros nos sobra. Las cosas son de quien las necesita, y negárselas sería la máxima expresión de egoísmo de nuestra parte.