Miércoles 2 de septi. de 1998

 








 

 


MENSAJE
La última actuación de Capucine

Hermano Pablo
Costa Mesa, California

L
a mujer tomó una flor en sus manos. Era una flor francesa llamada Capuce, de cinco pétalos y color amarillo, con un olor penetrante. Sosteniendo la flor en sus manos, y con el agudo perfume en su nariz, la mujer se subió a la ventana de su apartamento en un octavo piso, y desde allí se arrojó al vacío. Vivía en Lausana, Suiza.

La suicida, una famosa actriz de cine, también se llamaba Capucine, que era el mismo nombre de la flor de su patria. A los 57 años de edad había caído en una profunda depresión. Como no pudo soportar el agrio perfume del desencanto, aspiró el perfume de su flor favorita y realizó la última actuación de su vida, la de su suicidio.

La depresión es la enfermedad de los finales del siglo XX. De ella padece la gente sin esperanza. Ninguna clase social está libre de ella, ningún país o sociedad puede decir que no la conoce, pues ataca a todos por igual.

El caso de Capucine no es único. Hay muchos que han triunfado en la vida como ella: personas inteligentes y bellas, que escalan altas posiciones en cualquier carrera o profesión. Pero de pronto se sienten invadidas por el hastío, el desencanto y el aburrimiento que se posesionan de ellas, al no hallarle ningún sentido a la vida, se deprimen como un globo que se desinfla.

De Capucine se dijo que las cámaras estaban enamoradas de su bello rostro. Hollywood le abrió sus puertas. Protagonizó en más de treinta películas. Había llenado su vida con el perfume de la flor de su tierra y el embriagante aroma del éxito, pero tenía triste el corazón, confundida la mente y vacía el alma.

Una vez más hay que decirlo. Sólo Cristo le da sentido verdadero a la vida. Sólo El, cuando vive en nosotros, nos libra del sombrío y aplastante efecto de la depresión. La riqueza, el éxito, el aplauso, la fama, pueden esconderla por un tiempo, pero a la larga, si no hay fe, la depresión nos hundirá. Bien decía San Agustín, el gran hombre de Dios del siglo cuarto: "Nuestra alma nunca descansará tranquila hasta que descanse en Dios".

La única manera de librarnos del mal de la depresión es someternos totalmente a la persona de Cristo, Autor y Sustentador de la vida. Si acudimos a El, podemos ser libres de esa esclavitud universal.

 

 

 

 

 

CULTURA
Descubridor del "Titanic" pide ley de protección para antiguedades marinas.

 

PORTADA | NACIONALES | OPINION | PROVINCIAS | DEPORTES | LATINOAMERICA | COMUNIDAD | REPORTAJES | CRONICA ROJA | EDICIONES ANTERIORES


   Copyright 1996-1998, Derechos Reservados EPASA, Editora Panamá América, S.A.