Inserto en el corazón del barrio marginal de Curundú, un pintor se olvida de hacer su arte. Su prioridad es moldear en respeto y conocimientos a niños pequeños de entre 7 y 8 años, algunos que ya tienen mentalidad de adolescentes.
"En Curundú los muchachos crecen rápido", nos cuenta el artista Carlos Rojas, a quien los chicos del centro de estudio "Juntos Podemos", llaman "maestro".
El "maestro" no enseña de historia de arte ni de técnicas de óleo o acrílico. En realidad, les da fe de que alguien les puede escuchar, sin juzgar lo duro que puedan ser sus vidas como niños de Curundú y, sobre todo, enseña matemática.
Sus alumnos son en promedio 100, a algunos de ellos Rojas les ha visto heridos físicamente y otros, escondiendo heridas emocionales con lágrimas a punto de brotar por algún insulto de un padre quien sin miedo le dice al infante de menos de 10 años, "eres una basura", nos explica.
"Es por esto que la vida en Curundú es diferente y que los muchachos a veces crecen rápido", dice Rojas. Ante esta realidad, pensaríamos que un artista académico como Rojas estaría dictando talleres de arte, pero no es así.
"Los niños aquí no necesitan arte y el que será artista lo vas a notar y lo vas ayudar, pero ellos, lo que necesitan, es primero, la comida, la casa y el apoyo, y ese apoyo en lo escolar son las materias básicas", nos detalló el pintor.
Entre los alumnos de Rojas sólo uno tiene tendencias hacia el arte. Su nombre es Jefferson, a él, Rojas le regala libretas y lápices de colores, pero con el compromiso de que las llene. Ahí le va inculcando el ser cumplido a su pupilo.
Rojas lleva 3 años y medio metido en Curundú, con sus alumnos elaboró un mural que está frente al estadio Juan Demóstenes Arosemena, pero por ahora la prioridad de él y otros maestros, del lugar, es apoyar a los pequeños con sus tareas, ya que son un centro de reforzamiento y aliento al máximo a desertores para que regresen a la Escuela Fe y Alegría.
Considera el maestro que cada vez que ingresa una generación, la siguiente es más chica. En el centro Juntos Podemos, que fue iniciado por una iglesia evángelica estadounidense preocupada por el futuro de los niños, se les da además a los pequeños comidas calientes y para poder ingresar son filtrados. No todos pueden ir.
Básicamente, en el centro, que es un considerado un refugio para los infantes, según nos comentó Rojas, piden que tengan buena conducta y que se puedan adaptar al grupo. "Esto es fundamental, porque son niños a los que los alejas de un mal ambiente, el ambiente de la calle y no puedes traerles a un lobo acá", agregó.
Rojas vive cada día una experiencia nueva con sus alumnos a quienes enseña aritmética básica: divisiones, sumas o fracciones. Siempre poniéndoles por delante que la matemática es fácil, pero se consigue explicándole.
"Esto es algo de disciplina, debes darte a respetar y a la vez ser flexibe", indica Rojas en relación al sistema que le ha hecho progresar en Curundú. Un Curundú al que llegó por el arte, y un lugar al que quiere en un futuro seguir ayudando.