Las sabias lecciones evangélicas nos han manifestado que "Dios es Amor". Este amor incomprensible, cita Jean Goss, que esencialmente es la fuente de la no-violencia cristiana, contemplémosle conjuntamente con ojos siempre renovados, como a cada momento renace bajo la mirada de Dios.
Todos sabemos en el Evangelio, mediante las prédicas, cómo vivió Jesús esto en su vida, cómo atacó el mal, la injusticia, el pecado; cómo por su no violencia activa convierte las mentalidades cerradas, las malas costumbres, las leyes injustas. Por su silencio o por su colaboración nunca se hace cómplice del mal, de la injusticia. Por esto es pobre y permanece en la pobreza. A través del Evangelio vemos a Jesús enfrentarse con el error, la mentira, la protesta, la maldad y la injusticia, pero de una manera completamente nueva: nunca empuña las armas. No toma otros criterios ni otros medios que no sea el Amor, la Verdad y una justa igualdad para todo el mundo. Se entrega completamente a esto, comprometiendo toda su vida sin quitar la de los otros.
Recordemos y juzguemos: La escena en el templo donde Jesús enseña. Ante Él el flagrante delito del adulterio (Jn. 8-2-11). Moisés, en la Ley, nos mandó apedrear a este tipo de mujeres. Todos han captado esta extraordinaria locura de Amor de la que Jesús habla continuamente. Jesús sufre por la humillación de la mujer, no la mira para no humillarla más. Bajó los ojos. Escribe en el suelo, quizá la falta que cometen todos los hombres; ataca su conciencia, única sede del mal. Ellos sin violencia alguna hacen como quien no lo ve e insiste de nuevo. Y tentando lo más profundo ellos mismos, que Él ama "con un amor loco, como ama a la mujer adúltera que está frente a Él, les dice a los verdugos: El que de vosotros esté sin pecado que eche la primera piedra. Atacados con justicia, cada uno se retira, y los últimos corrieron.
Jesús, por su amor hacia todos, rompe la cadena de la violencia, cambia las leyes injustas, apaga el odio y salva a la humanidad.