Hay ostras gigantes aquí abajo -dijo el guía polinesio-. Son algo digno de ver." Las suaves ondas del Pacífico sur bañaban los arrecifes de coral, y verdes algas marinas derivaban indolentes. Rudolph Kaiser, joven deportista de veintisiete años de edad, de Alemania Occidental, quiso bajar a investigar.
Se puso su equipo de bucear y se arrojó al agua. Las ostras gigantes eran realmente maravillosas. Pero en un descuido su pie quedó atrapado entre dos ostras y unas rocas. El oxígeno comenzó a acabarse, la situación se agravaba, la desesperación crecía. Rudolph tomó una medida heroica. Con su cuchillo de hoja de sierra se amputó el pie. Subió a la superficie con un pie menos pero con la vida entera. Sus palabras fueron: "Más vale perder un miembro del cuerpo que perder toda la vida."
Esas mismas palabras las pronunció Jesucristo. "Si tu ojo derecho te hace pecar, sácatelo y tíralo -aconsejó el Maestro-. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo, y no que todo él sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te hace pecar, córtatela y arrójala. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo, y no que todo él vaya al infierno" (Mateo 5:29-30). Y para mayor claridad agrega: "Si tu mano o tu pie te hace pecar, córtatelo y arrójalo. Más te vale entrar en la vida manco o cojo que ser arrojado al fuego eterno con tus dos manos y tus dos pies" (Mateo 18:8).
El ser humano es tentado a través de los sentidos, sobre todo el de la vista, y comete pecados con esos sentidos físicos. Obviamente el Señor no decía esto en sentido literal. La verdad es que una persona pudiera de veras amputar uno de sus miembros y seguir pecando de todos modos.
Lo que Cristo estaba diciendo era que debemos tener todos nuestros sentidos y órganos bajo control. Dios nos ha hecho responsables de ellos. Es el descontrol de nuestros miembros lo que produce todas las consecuencias adversas que nos vienen encima.
Sólo Jesucristo puede, al entrar a vivir en nuestro corazón, darnos la fuerza de voluntad para comportarnos con la rectitud que lleva a una vida victoriosa. Todos necesitamos a Cristo. Démosle entrada a nuestro corazón. |