En la mañana que Cecilia Bejerano murió, jamás se imaginó que fue el propio puño de su hijo, Heliberto Bejerano, el que había terminado con su existencia, cuando ella había subido a la parte superior del rancho, donde él estaba dormido, a levantarlo, porque quizás él debía ir a trabajar en el campo.
Fue una mañana serena, la del 1 de marzo de este año 2005, igual que las demás, en la pequeña comunidad de Paja de Sombrero, Gualaca, donde al igual que en otras ocasiones, en la noche anterior, varios integrantes de la familia, de raza indígena, habían ingerido alcohol que mezclaban a veces con chicha fermentada.
Heliberto, de 24 años, que solo estudió hasta el segundo grado de la escuela, dormía en la parte superior del rancho, fabricado con palos y pencas, en medio de un caserío, donde residían otros habitantes, cuando ocurrió el suceso fatal.
A eso de las 6: 00 de la mañana, Cecilia Bejerano, de 57 años, levantó a Heliberto; subió la escalera de palo, lentamente, hasta llegar muy cerca del cuerpo de su hijo que descansaba sobre la cama.
Cuando Cecilia levantó a su hijo, éste le respondió con el puño cerrado, en su boca, que ocasionó que la mujer cayera sobre un palo de otra cama y se lesionara mortalmente en la parte trasera de la cabeza.