Todo cambia con el transcurrir del tiempo. Al principio, cuando éramos bebés, teníamos a papá y mamá que cuidaban de nosotros; ahora, que hemos crecido, tenemos responsabilidades en el hogar, pero no queremos hacer nada.
Esta lucha es diaria. Cuántas veces usted no ha escuchado el grito de una madre en su vecindario llamando a su hijo. Ese grito no es para más nada que para reclamar por qué no cumplió con su deber.
En los hogares donde hay más de dos hermanos, usualmente se reparten responsabilidades. Uno friega un día sí y un día no. Lo mismo será con la basura y cuando hay que barrer y trapear.
La norma debe ser ayudar a la mamá para colaborar con el aseo de la casa porque es allí donde habitan todos. No se puede dejar la carga a una persona porque es injusto.
Imagínense si todos en Panamá nos rigiéramos por normas que comienzan en el hogar. Tal vez el mismo país estaría más ordenado de como lo está.
Es simple. No hay que haber estudiado administración de empresas para organizarse. Lo que hay que hacer es tomar una hoja y una pluma para enumerar una lista de responsabilidades, tales como barrer, trapear, limpiar el baño, limpiar el césped, limpiar las ventanas, limpiar el carro, cocinar, fregar, pagar las cuentas, hacer el súper y otras más. Si usted hace este ejercicio, distribuya las responsabilidades en una reunión familiar y todo quedará resuelto.
Notará en poco tiempo que alcanzará tiempo para pasarla en familia y pasear por lugares donde antes nunca había ido con sus hijos.
Si usted es de aquellos que no mueve un dedo dentro de su casa, vaya despertando porque se hace un grave daño. Está reflejando una actitud que en un puesto de trabajo se castiga con el despido. Recuerde que Dios nos pide que nos esforcemos y seamos valientes.