Para las personas que llegan a la etapa de adulto mayor, los problemas no sólo se reducen a adquirir el derecho de una pensión decente, sino que con los años, inexorablemente se experimentan las pérdidas de habilidades como la agilidad, la fuerza y parte de la salud.
Pero, la pérdida de tantos familiares y amigos que se dan en esa etapa de la vida, resulta una dura realidad. Las tradicionales reuniones de ex alumnos, ya no son tan alegres, pues siempre se inician con la noticia de la ausencia de un compañero más.
Es extraviar parte de su pequeño universo, es como conocer y tocar las mismas entrañas de la soledad. Hay muchas cosas que sorprenden con los años, como la caída de los cabellos o su nuevo tono blanco, pero sentir tan cerca el vacío de los amigos cuando la persona es adulto mayor, es algo inefable. Y si se trata de la pareja, la vivencia es aún más compleja y difícil.
Mucha veces, la soledad es inevitable, ya que la familia no siempre reemplaza a las amistades. Los hijos y los nietos, tienen su propio ritmo de vida, con sus agendas llenas de compromisos y de problemas.
Para los psicólogos, enfrentar la muerte de un ser querido y especialmente del cónyuge, es uno de los desafíos más difíciles de vivir. Es una mezcla de pena, de dolor, de rabia, de shock y como lo definen los especialistas, de un no comprender qué pasa.
No se trata de temer la muerte, el final de la vida es un tema debatido con mucha seriedad por muchos, a fin de distinguir el proceso de morir como experiencia personal y subjetiva con el científico. El contraste de las interpretaciones trágicas, con las esperanzadoras de la vivencia del morir.
En esta etapa crucial de la vida, los psicólogos tienen un papel estratégico que cumplir, algo parecido cuando se producen desastres o tragedias y mueren familiares cercanos. La religión tiene también un camino de consuelo y esperanza. De aquí que muchas veces, aunque uno de la pareja queda sólo, interiormente puede encontrar la compañía y la tan anhelada paz del alma.
