Cuatro ejecuciones en igual cantidad de días es mucho para una ciudad como Panamá. El hecho demuestra que estamos ante una sociedad, donde la violencia se desborda y alcanza extremos inimaginables. En el fondo de todo están los delitos relacionados con drogas.
Las bandas locales planifican el tumbe de cargamentos de cocaína a los carteles colombianos y éstos luego contratan a gatilleros locales para que ejecuten a los que les birlan la ilícita mercancía. Ya no es necesario traer a un sicario desde el extranjero; los asesinos a sueldos ya son Made in Panamá. Panamá siempre ha sido un punto de distribución de la droga hacia Estados Unidos y Europa, así como un centro para el blanqueo de capitales.
Las bandas locales mantenían "cordiales" relaciones con sus patrones de Sur América, pero en el camino algunos empezaron a quedarse con el mandado y desde entonces se registran una serie de asesinatos atroces, muchos de los cuales quedan sin resolver. Se hace necesario reforzar la vigilancia en nuestras costas para frenar un poco el ingreso de cocaína a Panamá. Hay puntos en el Pacífico y en la costa Atlántica, que constituyen un verdadero coladero de drogas, debido a la falta de equipo adecuado de las entidades encargadas de vigilar nuestros mares.
Para nadie es un secreto que por áreas como Llano Bonito y las playas del litoral Pacífico son utilizadas cotidianamente para introducir narcóticos en pequeñas embarcaciones. Eso lo saben bien los llamados tumbadores, pero no así las autoridades.
Mientras no se refuerce la vigilancia para evitar la entrada de cocaína a Panamá, el país seguirá viendo otras ejecuciones; gente hecha picadillo y abandonada en bolsas de basura o maletas. Serán casos que por siempre quedarán en el archivo de procesos sin resolver.