Faltando once meses para las elecciones de mayo de 2009, las ciudades del país se encuentran inundadas de propaganda política, creando un caos visual, donde cada candidato compite para dejarse ver del votante que, atontado ante tantos colorines y rostros, muchos desconocidos, sin propuestas que los identifique con los grandes problemas nacionales, es sometido de manera obligada a un desgaste mental estéril.
Hace unos días me detuve en una de las encrucijadas viales para observar tanto atiborramiento de carteles y banners que además de desproporcionados e hirientes a la vista del lector resultan costosos.
Un análisis a grosso modo del material propagandístico, impreso, televisivo y radial, deja ver falta de creatividad y ausencia de enfoques de solución a problemas actuales como los altos precios de la canasta básica, deficiencias en los servicios públicos, aumento de la ola de criminalidad y la corrupción, por citar algunos.
Las leyendas que acompañan a las fotografías de los candidatos son vacías y carentes de contenido específico. Ejemplos: "sigue trabajando por su gente", "va porque va", "el diputado del pueblo", "gente joven", "no vote su voto" y así sucesivamente, tantas otras frases imprecisas que en el fondo lo que buscan es no establecer un compromiso real para después no asumir responsabilidades al gobernar.
Quienes diseñan la propaganda por encargo de sus clientes, ponen énfasis en el rostro del candidato, adornándolo con peinados, gestos y poses imitadas, maquillajes y vestidos que dan una idea distorsionada de quién es, y a qué se dedica.
Ante tanto despliegue, cualquier observador que vea ese espectáculo público la primera pregunta que se formula es ¿de dónde sale tanto dinero?
Desde esta tribuna periodística, hago un llamado a los votantes para que analicen a conciencia los diferentes candidatos y no se dejen engañar por tanta fanfarria electorera.